A ciegas gourmet

A ciegas gourmet

Ficha

  • Datos de funciones:

    http://teatrociego.org

 

Iluminar el alma.

Hermosa noche de miércoles en Palermo. Un grupo entusiasta de “espectadores” esperamos en la vereda que den sala para vivenciar esta más que atractiva experiencia multisensorial. Para algunos es la primera vez; mientras que otros disimulan divertidos, por ser los poseedores de un saber que los demás desconocen. De pronto se abre la puerta y una persona amablemente nos hace ingresar al espacio: una presala cálidamente ambientada –y musicalizada- que invita al relax después de una jornada agitada. Allí nos convidan con una copa de vino, y mientras conversamos entretenidos con nuestras respectivas compañías, se va preparando el clima para lo que prontamente vamos a experimentar. Un anfitrión de la sala nos reúne para explicarnos qué es lo  que va a suceder en instantes y para darnos algunas indicaciones, que estamos dispuestos a cumplir muy obedientemente. Entonces nos armamos en grupos de aproximadamente diez personas, en fila uno detrás del otro, tomándonos de los hombros para no dispersarnos, y así entramos a ese hábitat que está completamente a oscuras, negro total, como cuando uno se introduce en las profundidades de una cueva adonde jamás de los jamases llega la luz. Así comienza este viaje con los sentidos, del que ya no querremos bajarnos nunca más.

Una vez que ingresamos a ese espacio oscuro y desconocido, y antes de ubicarnos en nuestros respectivos lugares, una conjunción de aromas nos llevan de las narices como si nos guiaran a nuestro destino. Ojos cegados, intentamos descubrir presurosos a qué huele eso tan rico que flota en el aire, y que prontamente vamos a descubrir con nuestra propia degustación. Con una mano tanteamos una silla que nos dicen es la nuestra, la corremos y nos sentamos a la mesa. Frente a nosotros, ese exquisito manjar desconocido nos espera apacible para deleitarnos. No sabemos bien dónde estamos ubicados ni quienes nos rodean, pero escuchamos voces jocosas y curiosas –algunas más cercanas que otras-, que al igual que nosotros se aventuran en este saborear incierto.  Todos intentamos definir qué es lo que vamos llevando voraces a nuestras bocas, y se van generando las más diversas especulaciones. La bebida nos acompaña e ilumina la charla en este divertido coloquio de ideas gustativas. Y casi como sincronizado cuando ya estamos terminando de complacer a nuestros paladares, se inicia el espectáculo del cual nosotros somos parte, claro, aunque no lo veamos.

De repente los sonidos, los olores, las voces que nos envuelven nos transportan en el tiempo; nos llevan a un pasado –algo lejano en el calendario pero muy cercano en el corazón-, y van cobrando vida los personajes de esta historia que comienza  y que se hace nuestra desde el inicio. Enseguida nos vamos familiarizando con esas voces, con esos seres, que no sabemos quiénes son, pero que ya los sentimos parte de nuestro universo afectivo. Quizás será que la oscuridad agiliza los lazos, y que las distancias se estrechan al no depender de la visión. La música también es parte de la velada. Una voz femenina muy dulce nos introduce en un torbellino de emociones, que nos eriza la piel. El piano, astuto, sabe hacer lo suyo; manipula nuestras fibras más profundas, nos embriaga con su bella melodía, y nosotros ya estamos entregados a este frenesí de sensaciones del que no podemos –ni queremos- escapar.

Somos todos parte de una fiesta, una bacanal de los sentidos, donde la única que no fue invitada es la vista. Gracias a su ausencia todo es más bello, más auténtico, más genuino, más intenso. Nos damos cuenta que cuando estamos junto a ella, no todos sus “compañeros” pueden manifestarse sin tapujos, sin prejuicios, tan explícita y potentemente como lo hacen ahora. Ella no está, y ellos bailan extasiados apropiándose de todo nuestro ser más sensible e íntimo. Con la habilidad, la idoneidad y la gracia del mejor titiritero, manejan nuestras sensaciones y nos entregamos a su juego extasiados como niños que descubren todo por primera vez. La negrura infinita que nos rodea se hizo amiga, casi desde el comienzo, Si bien habíamos tenido contacto con ella en alguna oportunidad, la conocíamos “solo de vista”, pero nunca habíamos sido tan cercanos como hasta ahora. Quizás no tenía tan buena prensa, quizás teníamos ciertos resquemores y miedos, más que nada fundados en nuestra ignorancia. Pero ahora que nos recibió en su casa, nos sentó a su mesa y nos habló de ella con absoluta franqueza, nos dimos cuenta que conquistó nuestro corazón para siempre. ¡Cómo pudimos evitarla durante tanto tiempo, si ella tenía tanto para mostrarnos! ¡Tenía tanto para hacernos conocer! Estamos doblegados frente a su reino amoroso y gentil, que nos cautiva a cada instante un poco más. Somos sus súbditos gustosos y amados.

La historia de la que somos partícipes despertó nuestra imaginación y la disparó hacia el infinito, mientras percibimos con pelos y señales cada uno de sus distintos momentos. Y la oscuridad que nos abrigó sin tregua fue el pasaporte indispensable para este viaje lleno de sorpresas y de deslumbramiento. Despojados de la vista, en medio de la nada, los otros sentidos fueron el faro que nos iluminó para navegar hacia esa isla que albergamos en nuestro interior donde, como decía el Principito, lo esencial es invisible a los ojos y solo se ve con el corazón. ¡Emocionante e imperdible! Para NO VER…  para SENTIR.

Categorías: Reseñas

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