Ensayo de una utopía

Ensayo de una utopía

Ficha

  • Datos de funciones:

    Funciones: domingos a las 18hs
    Teatro: El grito
    Dirección: Costa Rica 5449
    Duración: 70 minutos
    Informes: 4989-2620

 

Tributo al ser actor

San Justo, Partido de La Matanza. 1958. En una institución barrial un grupo de teatro independiente, motivado por el entusiasmo y el deseo imperativo de actuar, ensaya “La gaviota” de Antón Chéjov. Sus miembros son gente común y corriente, con escasa o nula formación, que dejan de lado por un momento sus obligaciones y conflictos personales, laborales y afectivos para hacer eso que más les gusta: actuar. El lugar que los alberga con sus sueños e ilusiones está a cargo de Polino, un hombre algo hozco aunque contenedor, que más allá de ser el cuidador cada tanto oficia de reemplazo de alguno de los intérpretes. Los días y los ensayos pasan a destiempo de los avances y progresos del trabajo grupal, que aún se retoban en aparecer. Uno de los actores consigue que una prestigiosa maestra de teatro discípula de Stanislavski, los guíe durante los ensayo para poder llegar en condiciones al estreno que se avecina a pasos agigantados. Pero el camino no será sencillo. Apoyada en el director quien le sirve de traductor, esta eminencia de las tablas los someterá a un riguroso entrenamiento para llegar a la verdad escénica donde saldrán a la luz sus debilidades, inseguridades y miserias humanas, enfrentándolos con su propio ser y con su verdadero actor interior. Como siempre sucede, el proceso creativo estará plagado de angustias, frustraciones, desencuentros, enojos y demás sinsabores. Y entonces ya nada será igual para el grupo y para sus integrantes.

“Ensayo de una utopía” es una interesantísima obra de Gabriel Virtuoso, quien hace un profundo trabajo de investigación basado en los primeros grupos de teatro independiente surgidos en Bs As allá por los años 50, y cómo la llegada del Sistema Stanislavski irrumpió en ellos, marcando un nuevo paradigma de actuación que le daba más naturalidad y credibilidad a la escena, dejando atrás las viejas formas que se basaban fundamentalmente en la artificialidad de la declamación. El texto también habla de cómo estos primeros grupos de teatro estaban formados por gente común, por obreros, por estudiantes, por desempleados, por amas de casa, que se acercaban a ellos con la necesidad extrema de querer comunicar algo, de expresar a través de la actuación eso que les pasaba socialmente y que querían cambiar. El teatro como medio de expresión social y como revolución también. Un teatro comprometido con la realidad que los rodeaba. Un espacio lleno de ilusiones y también de utopías. La necesidad de transformar el mundo, hacerlo más justo y equitativo, y que los espectadores se involucraran con ese cambio en medio de la lucha de clases. Este espíritu está presente todo el tiempo en la obra maravillosamente dirigida por Guillermo Ferraro, cuya puesta sencilla y contundente pone en relieve el trabajo de los actores. Con un mínimo de escenografía –y realmente no necesitan nada más que ese biombo, el teléfono, la silla y el perchero- Ferraro se centra en el trabajo actoral y el proceso que estos actores van haciendo durante la obra. Como una continuidad de lo que buscaba Stanislavski, el actor aquí también es el centro y es el amo de la escena. Para lo cual cuenta con un elenco homogéneo y aceitado de destacados actores que manejan a la perfección este juego de la ficción dentro de la ficción, como el efecto de las cajas chinas. Ellos son: Nicolás Fabbro (Serrano), Natalia Vozzi (Agustina), Pettu Salama (Alejandra), Ariel Mangiavillano (Braulio), Mónica Spada (María), Ariel Guazzone (Pedro), Juan Trzenko (Polino, el encargado del lugar), Fernando Attias (Boris, el director) y Gabriela Villalonga (Marztzenka, la discípula de Stanislavski), quien hace una extraordinaria composición de esa rigurosa maestra rusa, que conmueve hasta las lágrimas. Las luces de Diego Todorovich y los arreglos de sonido de Juan Pablo Maicas favorecen y enfatizan los distintos climas por los que atraviesa la historia. El cuidadoso vestuario de Virginia de los Santos ubica a los personajes en la época, generando continuidad temporal con el relato y otorgándole belleza visual.

Para reír, para reflexionar, para emocionarse…“Ensayo de una utopía” es una exquisita pieza tan rica para ver y disfrutar, que nos sumerge en el mundo de la actuación, del teatro… en sus orígenes, en su esencia. En esta época de crisis –económica y de valores- como la que atravesamos, nos conecta nuevamente con la pureza y lo genuino del arte de la actuación, así como lo veían aquellos que fueron los precursores de nuestro teatro actual, y nos da una bocanada de aire puro para seguir adelante en la lucha. Es un verdadero tributo al actor, a su trabajo, a sus debilidades, a su esfuerzo y a sus sacrificios. Pero fundamentalmente a sus sueños. Y un sueño compartido puede ser una utopía colectiva. Esa utopía que nunca perderemos los actores mientras logremos mantener viva la llama de la actuación.  Para no perdérsela.

Ficha:

Elenco: Juan Trzenko, Mónica Spada, Gabriela Villalonga, Fernando Atias, Ariel Guazzone, Natalia Vozzi, Nicolás Fabbro, Pettu Salama, Ariel Mangiavillano,.

Director: Guillermo Ferraro / Dramaturgia: Gabriel Virtuoso

Categorías: Reseñas

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