La fragilidad de la vida

“El Zoo de cristal”, es una de las obras más importantes de Tennessee Williams y, quizás, una de las más autobiográficas del dramaturgo norteamericano ganador del Premio Pulitzer. La trama gira en torno a la figura de Tom Wingfield (cuyas iniciales coinciden, no casualmente, con las del autor), quien desea fervientemente una vida alejada de su círculo familiar- una madre invasiva y una hermana con una discapacidad física – para realmente poder vivir la vida que ambiciona. Sueña con ganarse la vida como escritor, y no como un mediocre empleado de zapatería, aunque sabe que de ese trabajo depende la estabilidad económica de su madre y hermana.

Sin embargo, algo más lo retiene: el peso de la culpa, la necesidad de diferenciarse del padre que los abandonó, o el miedo a encontrar su verdadero lugar en el mundo. Mientras tanto intenta huir a toda costa de ese presente poco esperanzador, refugiándose en la bebida y en los largos maratones de películas que le dan la posibilidad de escaparse de la realidad.

El amor, la locura y el deseo son algunos de los temas que atraviesan la obra del autor. Demás esta citar la obra que lo inmortalizo y que fue llevada al cine por grandes intérpretes como Marlon Brandon y Vivien Leigh, en los años 50’: “Un tranvía llamado deseo”.

Gustavo Pardi, en esta puesta clásica, retrata una época que remonta al espectador a los años 40’, respetando el vestuario de la época y la escenografía que recrea la casa donde viven los personajes. Una dirección clara y precisa permite a los intérpretes lucirse en sus trabajos -que de por sí, requieren de un alto nivel de compromiso escénico en un texto tan maravilloso como este- destacándose la actuación de Ingrid Pelicori como Amanda Wingfield y Malena Figó como Laura Wingfield.

El diseño de luces, logra los recortes de escena necesarios para los soliloquios a público que requiere la obra y, también, para generar ciertos climas que les da intensidad a las escenas.

Este clásico no deja de perder potencia con el paso del tiempo, los conflictos y contradicciones de los personajes conmueven al espectador, lo interpelan, lo sumergen en la complejidad de las relaciones humanas, más aún cuando se trata de vínculos tan cercanos. Junto a Arthur Miller, quien escribió «La muerte de un viajante» en la misma década que fue escrita esta obra, Tennessee Williams es uno de los dramaturgos indispensables de la escena realista norteamericana, que afortunadamente vuelve a representarse de la mano de una excelente dirección y memorables actuaciones.

 

Ficha:

Intérpretes:

Ingrid Pelicori, Agustín Rittano, Malena Figó, Martín Urbaneja.

Dirección: Gustavo Pardi

Género: Drama