Las olas y el viento

Inés vive en la ciudad balnearia de Necochea, donde pasa sus días sin sobresaltos y en esta monotonía parecen sucederse los mismos hechos una y otra vez, como si fuera un deja vú. Hasta que un día sucede algo que marcará una especie de hito en su vida. El mismo día que su padre falleció llega a las puertas su bar, Diego, un muchacho que acude al lugar en busca de un trago luego de haberse accidentado con el coche. A partir de ese encuentro fortuito entre ellos comienza un romance que dura toda la temporada durante la cual Diego se encuentra trabajando como representante de folcloristas en la costa. Desde un principio Inés actúa como si supiera lo que va a suceder, como si ya lo hubiese vivido, pero a pesar de todo decide dejarse llevar por la situación aunque todo el tiempo fue consciente de que esa relación no iba a prosperar. Una de las frases que nos hace dar cuenta de esto es la que dice Inés: “Todo siempre termina mal”, como si supiera que este romance estaba destinado a fracasar, pero “contra viento y marea” sigue insistiendo en entregarse a ese amor efímero, a ese amor de verano.

Un año después se reencuentran por casualidad en la playa y comienzan a rememorar lo acontecido en el pasado. Pero en esta historia Inés y Diego no se encuentran solos, también está la presencia de “la rubia” (como la denomina Inés), un personaje un tanto inquietante, misterioso, del cual no se sabrá su verdadera identidad hasta casi finalizada la obra.

La obra cuenta con la excelente labor dramatúrgica de Alfredo Staffolani quien presenta los acontecimientos de una manera no lineal en cuanto a lo temporal, lo cual le permite al espectador reconstruir el relato de la historia y sacar sus propias conclusiones. La puesta en escena dirigida por el experimentado Luciano Suardi sabe aprovechar al máximo la ductilidad de los actores que tienen que pasar por momentos de un tinte realista, a otros un tanto absurdos. Es destacable la actuación de María Inés Sancerni (Inés) quien logra transmitir los matices de su personaje de una manera muy personal, generando en los espectadores un efecto tragicómico y se complementa muy bien con Diego (William Prociuk) y la rubia (Eugenia Mercante) quienes también se desempeñan muy bien en escena.

En cuanto a los aspectos técnicos de la puesta una de las cosas que debe mencionarse especialmente, es el dispositivo escenográfico diseñado por Rodrigo González Garillo, que nos recuerda a un juego de encastre que en sus diferentes combinaciones puede recrear tanto una playa, como un bar, como la casa o el coche de Diego, lo cual le imprime  dinamismo a las escenas.

En resumen, una puesta en escena prácticamente minimalista, apoyada en las interpretaciones de  los actores y basada en un texto muy sólido. Una muy buena propuesta del teatro independiente actual.

Ficha:

Actúan: EUGENIA MERCANTE, WILLIAM PROCIUK, MARÍA INÉS SANCERNI

Dirección: LUCIANO SUARDI