Las Moiras
Ficha
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Datos de funciones:
En cartelera
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Prensa:
Antonela Santecchia
La letra del cover
En 2019, luego de 6 años de volverse una de las compañías teatrales más relevantes de la escena teatral porteña, la Compañía Teatro Futuro decidió abrir sus puertas a otros imaginarios. A Mariano Tenconi Blanco (autor y director principal de la compañía) se le sumó la dramaturgia de Tamara Tenembaun y la dirección de dos de las más prestigiosas directoras disponibles ahí afuera: Andrea Garrote dirige Una casa llena de agua y Mariana Chaud, Las Moiras.
Según explicita el programa en mano, Las Moiras, es parte de un díptico y es un cover. Díptico porque es la primera de dos obras que la escritora adaptó de Shloime Ansky, un escritor judío-ruso; y cover porque las resignifica, las trae al siglo XX y a la Argentina.
El dibbuk, la primera de las obras adaptadas de Ansky, cuenta sobre un judío que muere y luego toma en posesión a una joven de la comunidad llevándola a la locura. La adaptación de Tamara Tenenbaum, en cambio, primero nos introduce en otro mundo, el de los matrimonios arreglados y el choque de generaciones.
La acción abre con Analía Couceyro dando cátedra en dos sentidos. Primero porque su interpretación colocada en una gestualidad abierta y una composición vocal muy precisa y lograda, brilla a lo largo de toda la obra; y segundo, porque en esta pequeña introducción se pone en la piel de una morá del shule (maestra de escuela judía) que hace las veces de coro griego como en las tragedias de Sófocles.
Este coro situará al público en tema. Estas Moiras, como las furias de la mitología griega o parcas en la romana, deciden el destino del pueblo. En el caso de las moiras judías, el destino no está en el final del camino (en la muerte) sino en su recorrido (la vida). Ya que funcionan como un consejo de mujeres que según su arbitrio definen con quién se casa cada miembro de la comunidad.
Pero el sincretismo de la obra no acaba ahí: también reflexiona en sus igualdades y diferencias con la liturgia cristiana. Porque se mete con la idea de infierno. Esta maestra cuenta que los judíos no tienen un infierno como el de Dante o el del nuevo testamento. El Gehinom no tiene esa fuerza, ni esa presencia. Por eso, también, para el judío es muy distinta la experiencia del “pecado”. Esto juega a favor de la exploración teatral de lo que aparece entre lo demoníaco y lo sagrado.
Con esta introducción se ponen las cartas sobre la mesa y se despeja el pensamiento de la obra. Este procedimiento de marco narrativo y de planteo demuestra una de las principales preocupaciones que encontraremos: la búsqueda de un espectáculo disfrutable que mantiene aún así su singularidad. Desde el folleto-programa que cuenta con un glosario, hasta las definiciones contrabandeadas dentro de los diálogos de forma casual a lo largo de toda la obra (algunas más logradas que otras). La búsqueda es permitir, en todo momento, a todos sus espectadores, reírse de lo mismos.
Luego de la introducción habrá otro número en el que vale la pena detenerse: Florencia Piterman, la capocómica del cuarteto, interpreta vocalmente la melodía de Sunset, Sunrise, el vals conocido por el Violinista sobre el Tejado. Situada en su clownesco personaje, sosteniendo un cepillo de pelo como micrófono y dándole por momentos la palabra a su compañera, Luciana Mastromauro, Florencia canta con prodigio técnico pero aún así rompe con eficacia y contundencia con cualquier tipo de solemnidad.
Hasta ahí, un número de comedia más. Sin embargo, se le agrega un detalle que le da vuelo: en la nota final, la climática, exigente, alta y sonora, Florencia inesperadamente afina en otro tono. Rompe con todas las expectativas y deja a totalmente desolados, irresueltos. ¿Será que la canción está dando una pista?
Recordando que esto es un cover y se está hablando de religión (entre otras cosas), resulta muy importante descubrir cómo, con sutileza, la obra propone versiones de estos relatos tradicionales sin reproducir “la letra” a la perfección.
Ahora sí, pasadas estas secuencias iniciales comienza el cuerpo del primer acto. Las tres moiras se sitúan en el espacio y hacen lo que hacen. Analía Couceyro (haciendo de la hija de la morá que introdujo el universo) es la mayor, la líder. Es tramposa, nostálgica, ingeniosa. Florencia Piterman, es ácida, desconfiada y jovial. Luciana Mastromaura, en la bisectriz de ambas, es sosegada, atenta y cálida. Estas tres chifladas cumplen con todas las reglas de la eficacia clownesca pero sin dejar de componer los personajes del mundo de la colectividad judía.
El espacio escenográfico evoca la arquitectura de un templo y produce la posibilidad de cuatro profundidades que serán aprovechadas con prestancia. Una puerta hacía el foro; un pequeño zaguán-biblioteca un poco más adelante; la mesa donde juegan al rumi, comen leicaj y toman té, al lado de la mesita desayunador; y el proscenio libre donde circulará la mayor parte del gesto cómico. En esta escena inicial se cuenta al pasar sobre el dibbuk. Teatro dentro del teatro.
La dinámica del trío se rompe con la llegada de Mushki, interpretada por Fiamma Carranza Macchi. Ella trae otro registro, trae algoritmos, una compu, trae reclamos de innovación y actualización, trae una huelga de casamientos. Las moiras escupen cada vez que se menciona la palabra “soltería” y esto además de ser gracioso es el síntoma perfecto del miedo a la obsolescencia.
Sin embargo, la obra sitúa esta tensión de mundo, la tradición y su ruptura, en un incómodo intermedio. Se hace preguntas como “¿realmente son más felices los matrimonios elegidos con libertad?” y otras definiciones también problemáticas como la idea de “lista negra”, de la ausencia de casamientos como forma de aburrimiento y la de algoritmo como destino.
En el último acto, la obra coquetea con el género. En esta instancia es donde la iluminación y el trabajo vocal de Carranza Macchi rompen con cierto tono naturalista de la puesta. Se manifiesta el dibbuk cumpliendo con la regla de la escopeta de Chéjov, todo se vuelve grueso, rojo, indecente y termina por ganar el caos. La crisis ahora le propone preguntas a estas mujeres y las pone también en lugares de terror y de placer que hacen derribar muchos de sus dogmas.
Cuando se termina de sobrevolar la obra en este fragmento con la idea de cover y de cómo interpretar “la letra”. De pronto, ante la crisis, el libro con la dramaturgia del dibbuk (las fuentes), se vuelve clave para las moiras para entender como “enfrentar al demonio”. Como no encuentran el libro tratan de recordarlo y aparecen las dudas. ¿Hay distintas versiones? ¿se acuerdan y mienten por conveniencia? ¿el texto viene con el final recortado? Frente a esta gran ensalada conceptual se nos propone una alternativa más que potable como clave de lectura: No hay que tomarse la obra de forma literal.
Ficha
actuan: Analía Couceyro, Luciana Mastromauro, Florencia Piterman, Fiamma Carranza Macchi
dirige: Mariana Chaud
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