La ponedora
Ficha
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Datos de funciones:
Funciones: Viernes a las 23.30
Localidades: $ 150.-
Sportivo Teatral – Thames 1426 – 4833.3585 - CABA -
Prensa:
Prensa: Duche & Zarate
Cuando el pelo hace al huevo
Ayacucho, tierra de nadie. El poder municipal se mezcla con los eclesiásticos. Los espectadores atravesamos la casa del monseñor Fernando Betancourt (Martín Tecchi), austero habitáculo amoblado en tono marrón madera, acorde a la poca luz que le da vida. Acomodados en la platea, el dueño de casa y el Padre Cristian Grecco (Santiago Fraccarolli) juegan una partida de ajedrez por la que asoman tanto el estilo costumbrista de la obra como las preocupaciones de los hombres de Dios. Parece que la carencia de fieles y el avance de las iglesias alternativas amenazan a Ayacucho, y ellos son los responsables. Así acusa un pueblo en off, verdadero protagonista de las carencias reales y simbólicas en el pueblo. Pero hay una alternativa: La Ponedora, el último milagro de este pueblucho, que pueden reclamar para su potestad y así salvarse de la embestida de la New Chucrh.
Con esta premisa, que nos hace ahogar nuestras risas para no perdernos diálogos tan precisos como efectivos, el monseñor y el cura van detrás de Mónica Tiraboschi (Rocío Saldeña), prostituta excomulgada y madama sacra de su hija Iris (Verónica González), la tan mentada ponedora y expendedora de huevos sanadores, que llenan las puertas de su hogar/burdel de fieles deseosos del testimonio divino.
No debemos omitir, además de los ya mencionados talentos que integran el elenco, a la juventud secuaz de los sacerdotes: Trinidad Alcorta (Josefina Barrionuevo), sobrina cocoliche del monseñor, y el capellán naïf Gerardo D’Angelis (Homero González). Su aporte no se limita al alivio cómico del cómplice, sino también al aporte musical (producto de Santiago Grandone), que permiten que la pieza nos transporte a espacios oníricos o incluso celestiales con bellas melodías vocales acompañadas de un afiatado piano. Estos cambios de escena son posibles con una impecable elipsis y elección de momentos a escenificar, haciendo que la platea aparezca y desaparezca entre rincones sacrosantos y profanos de Ayacucho.
Crédito a la dirección y autoría sagaz de Ana Lucía Rodríguez, el armazón de la obra vela por un ridículo construido al detalle, donde cada elemento, sea del guion o de la puesta, nos tensan entre la carcajada y la reflexión. Los cruces entre personajes, con relaciones subyacentes sugeridas, dan cuenta de una economía textual brillante, al mejor estilo de la narrativa del iceberg de Hemingway, que apenas muestra la superficie de una profundidad oculta. Así, caracteriza a esta comedia costumbrista el carácter miserable de sus personajes, patéticos segundones en una trama donde avanzan la acción elementos fuera de la representación. Sin duda un inigualable logro del relato: vemos los bordes de la historia, y nuestros anfitriones se creen protagonistas de una narración de cuyo entierro no tienen vela.
Así como los elementos de la puesta como el piano, una máquina de escribir y un telón (por mencionar algunos) sugieren un sinfín de sentidos para construir el pueblucho perdido tierra adentro, distintos temas son insinuados con el mismo ingenio: el paganismo, los límites de la fe cuando hay miseria, el origen del poder en los pueblos, el deslumbre que produce el milagro como si de magia se tratase.
¿Cómo hacer (tan) atractiva una historia (tan) miserable? La respuesta es La ponedora, el último milagro, una desopilante comedia ingeniosa entre lo cinematográfico y lo teatral, una pieza sin fisuras, un milagro teatral.
Ficha:
Dramaturgia y dirección: Ana Lucía Rodríguez. Actúan: Martín Tecchi, Santiago Fraccarolli, Verónica González, Rocío Saldeña, Josefina Barrionuevo, Homero González.
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