Jet lag

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    Mutuverria Pr

 

Profetas de la tierra ajena

If there’s nothing missing in my life/

Then why do these tears come at night?

Si no le falta nada en su vida/

¿Por qué estas lágrimas salen de noche?

Lucky de Britney Spears

En el año 2003 se estrenó la que es para muchos la obra más importante del nuevo cine argentino. El documental Los Rubios de Albertina Carri, propone la búsqueda de algún testimonio sobre la desaparición de los padres de su directora; mientras documenta el proceso mismo de producción de la película. En este juego especular, Carri toma la decisión de que la actriz Analía Couceyro sea quién la interprete a ella misma. Esto que puede resultar confuso y antiintuitivo, acompaña, en efecto, el corazón temático del film: la ficción de la memoria.

De lo que propone hablar Carri no es del “qué” sino del “cómo”. Y no el “como” de los detalles escabrosos de la violencia y su desmesura. El “cómo” de los que pueden habitar y rodear la violencia sin que esta haga cortocircuito con sus proyectos de vida. 

Algo similar sucede con Jet Lag, la ficción que fue escrita hace más de diez años por Leticia Arbelo. De forma poética y esquiva, la autora reconstruye su propia historia familiar. Captando ese mismo “cómo”, el de los vínculos que conviven con la violencia. La obra tuvo un largo recorrido internacional antes de hacer pie en su propio país.

Una familia de migrantes argentinos vive asimilada en Carolina del Sur, Estados Unidos. Sólo Bárbara, una de las hijas, lucha por resguardar algo de su identidad nacional. Los demás miembros de la familia, hacen todo lo posible por empaparse del sueño americano.

El villano de la historia es Patrick, el padre de familia. De él se podría decir que es una mezcla entre Homero Simpsons y el protagonista de American Psycho. La madre, Catherin, vive distante, dopada, conectada con lo místico. La hija restante, Melody, es una especie de Britney Spears sin momento de gloria.

La familia está en pleno declive económico. Parte la acción en la más pura y ridícula negación. Como forma de esquivar su desidia, rivalizan entre ellos, siendo Bárbara el obvio chivo expiatorio. Cuando la satisfacción del capital se esfuma y ese proyecto en esteroides y brillantina se frustra, el escenario se vuelve propicio para develar el verdadero rostro de la maldad. 

Para darle aire a este entorno podrido y condenado, aparece el último integrante de la ficción, Iosi, un jóven inmigrante mexicano que participa de un triángulo amoroso con las dos hijas. Finalmente y cómo es de esperar, en vez de facilitar algo, termina por echar más leña a ese entorno familiar caldeado. Distrae y enemista.

Lo que se destaca en Jet Lag no es el devenir trágico de esa fantasía estúpida, sino la forma en la que se cuenta esa cotidianidad. Antonella Schiavone, propone una puesta Kitsch, sobrecargada y delirante.

Los miembros asimilados de la familia hablan en un español neutro imposible, mezclado con un inglés igual de desagradable al oído. Esta cadencia produce un efecto plástico, artificial, distanciado. Le da a la acción una atmósfera de película de televisión que por momentos produce un distanciamiento cómico y patético: por momentos se siente como un síntoma del horror.     

Si comedia es “drama + tiempo”, hay una forma particular de tragedia grotesca que es “comedia + tiempo”. Algo que produce una risa incómoda hasta que no.

En eso es indispensable Bárbara. No sólo como motor dramático, sino como ancla. El personaje es testigo del horror desde dentro de la ficción, proponiéndole al público esa mirada que intuye debajo de la superficie.

A la acción saturada del malestar familiar, lo separan dos recursos:

Por un lado, fragmentos audiovisuales de viejas publicidades estadounidenses. La curaduría precisa y preciosa de esos videos captura a la perfección esa imagen impoluta y aspiracional que esconde la retorcida moral patriarcal y falsa del “american way of life”.

Por otro lado, en un micrófono en el proscenio, los personajes se acercan a tener momentos de desnudez emocional. Algún monólogo o canción que deja que se vea un pequeño atisbo de lo doloroso.

Jet Lag, es la sensación de estar desubicado en tiempo y espacio. La necesidad de encontrar nuevamente una sincronización sana con el entorno.  Leticia Arbelo demuestra nuevamente la gran dificultad de ser profeta en la propia tierra. La obra se vuelve rotundamente actual en un momento donde se vuelve a desvalorizar lo propio y a hacer revisionismo del pasado.

Tal como lo explicita la obra, Arbelo y Schiavone dan un paso al frente. No tratan sólo de reconstruir un testimonio sino de reclamar justicia. Si bien la obra tardó en montarse en la tierra de la autora, finalmente lo hizo. Es hora de dejar esa sensación de vértigo y adormecimiento que viene de irse (mental o físicamente) lejos del origen. Enfrentar los demonios propios, los que desprecian y regalan, los que se ocultan y se distraen, pero también los internos. De eso se trata.

Ficha

Dramaturgia: Leticia Arbelo

Actúan: Lucrecia Aguirre, Facundo López, Daniel Niborski, Romina Segui, Luciana Piccioni

Dirección y puesta en escena: Antonella Schiavone

Categorías: Reseñas

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