Hacer la vorágine en el escenario contemporáneo

Para su proyecto de graduación de la Licenciatura en Dirección Escénica de la UNA, Oscar Suncin tomó como base la novela corta de su coterráneo, Álvaro Menen Desleal.

El libro se sitúa en una realidad otra. En la Alemania de posguerra, una pareja, Helmut e Ilse, deciden comprarse un refugio atómico como quién proyecta una casa de veraneo. La acción arranca en el tono de una sitcom tradicional de esa misma época. El lenguaje es neutro, formal y coloquial. El tono es suave y de ritmo saltadito.

Mientras la obra se sumerge en ese nuevo espacio de aislamiento y resguardo, empieza a deformarse. Primero desnuda literal y figurativamente el vínculo matrimonial en la imposibilidad de consumar el amor sin hijos, de conciliar la experiencia vital en un mundo apocalíptico. Una reversión de Adán y Eva.

El bunker es la incapacidad de conectarse y crecer. Alegoría y escenario de concentración dramática. El encierro es la figura escénica ineludible para la producción del drama absoluto. Sin embargo Suncin no lo deja aletargarse. Hacer el amor en un refugio atómico naufraga entre lo poético, lo performático, lo físico, lo multidisciplinario, lo intertextual, lo minimalista y lo grandilocuente. Se propone todo el tiempo desencajar. No se termina de asentar en un lenguaje exigiendo al espectador reinterpretar lo que experimenta.

De minimalista tiene sólo la escenografía. Luego, el material audiovisual, el juego performativo con las luces, los registros lingüísticos, el manejo del tiempo (en un momento dice “murió mañana, moriré ayer”) todo tiene más mutaciones de las esperadas. Nunca deja de presentarlas hasta el apagón final.

En esa vorágine, el texto deja una buena interpelación: “¿Podemos traer al mundo a Caín y Abel sabiendo cómo terminan?”

Ficha:

Actúan: Florencia Calvi y Facundo Cohen

Dirección: Oscar Suncín