A flor de piel

Corazón idiota es un musical protagonizado por Griselda Siciliani (Loly) y Carla Peterson (Clara), que se estrenó en el 2009 con mucho éxito y en el contexto actual, se repuso por streaming. Este espectáculo de Ana Frenkel, Carlos Casella y Daniel Cuparo en su momento se volvió de culto y viéndolo, es comprensible porque.

Ellas son coristas de una banda, la cual está compuesta por cuatro músicos: Rakhal Herrero, Leonardo Kreimer, Diego Rosental y Fernando Tur y la trama gira sobre la vida amorosa de estas apasionadas muchachas, cada una con sus “mambitos” y su estilo, transita, vive y padece su vía amorosa de manera profunda y con los sentimientos a flor de piel; como si fuera poco lidiar con sus propias vidas, cada una se involucra en lo que le pasa a su amiga.

Los muchachos, no solo son músicos, sino que también cantan y actúan, volviéndose partenaires con diversos roles, según sea necesario, siendo así pareja, amigos, compañeros, desconocidos y unas cuantas cosas más. Los cuatro manejan un código en común y se mueven en el mismo registro en todas las funciones que van cumpliendo, pasando a ser más que “los chicos del coro”, sus trabajos son parejos y muy buenos todos.

Los artistas se mueven en un escenario que da vida a otro escenario, el de la banda protagonista de esta historia, por lo que se mueven entre instrumentos, micrófonos y otros elementos que van a pareciendo en función a la historia que se cuente, tales como una barra de bar o una mesa de pool; de esta manera si bien la escenografía no cambia, si va mutando en algunas partes.

La puesta de luces acompaña, generando climas y estados, tratando de emular lumínicamente lo que les pasa a Clara y Loly, pareciera que cobra vida acompañando a la música y a la historia… cuenta.

Estas coristas, van contando lo que les pasa con el correr de los días y en lugar de solo ver una charla, se puede ir apreciando cada uno de esos momentos o mejor dicho lo que ellas cuentan de los mismos, por lo que su vestuario, es un elemento importante, porque va marcando cambios de lugares y momentos.

En cuanto a Carla y Griselda, se sacan chispas en escena, ambas tienen mucha fuerza, se desbordan y se contienen de igual manera, generando un equilibrio que da lugar al fluir enérgico y a su vez liviano de esta historia.

Claramente por un tema de trayectoria y “especialidad”, Griselda es quien ocupa más tiempo cantando y bailando, demostrando una disponibilidad y plasticidad corporal, que realmente da la sensación que el cuerpo se mueve solo, más allá de su voluntad. Al verla da la sensación que no baila, sino que fluye y se mueve volviéndose una con la música, como si ambas cosas fuesen las caras de una moneda y una cosa no pudiera estar sin la otra, su cuerpo, sus movimientos y la música, necesitan estar juntos o en ese momento, todo dejaría de tener sentido.

Carla por su lado, explota más a la actriz, pero también sorprende cantando muy bien y al igual que su compañera, dándole a su cuerpo libertad de movimiento, es muy plástica, se pone al servicio de lo que pasa. Demuestra que, a pesar de no explotar mucho esa veta, es una artista integral, preparada para hacerle frente a cualquier comedia musical.

La mano de los directores va trazando un camino que está siempre al borde del precipicio, ya que el nivel de emocionalidad y la energía permanentes en el escenario, hacen correr el riesgo de que todo pase para el otro lado, se convierta en exceso, pero eso no ocurre porque han encontrado la dosis justa y saben como mantener ese desborde, controlado y efectivo.

Se pueden resumir ambos trabajos en una sola palabra: “impecables”.

Clara y Loly son dos mujeres que sienten… sienten mucho y no se lo pueden guardar, cada una a su forma, sacan todo para afuera. Si sentir mucho y creer que de los sentimientos y sensaciones puede depender la vida, son características de un corazón idiota… bienvenidos sean todos los corazones idiotas del mundo.

 

Ficha:

Con: Griselda Siciliani, Carla Peterson Rakhal Herrero, Leonardo Kreimer, Diego Rosental y Fernando Tur

Dirección: Ana Frenkel, Carlos Casella y Daniel Cuparo