El arte de contar una historia

La adaptación del género narrativo al lenguaje teatral siempre implica un reto enorme. Porque el que se dispone a leer una novela, busca dejarse llevar por las palabras y transportarse con la imaginación a lo que estas le proponen. El espectador teatral va en busca de otra cosa, de conocer una historia en forma más corpórea, en donde lo que imaginamos cuando leímos quizás toma otra forma. Normalmente, el prejuicio del lector que va a ver su historia preferida en otro lenguaje, en este caso el escénico, pasa por sentir que quizás este último se quede corto. Con casi total certeza puedo decir que esto nos pasa a todos los amantes de la narrativa. Ni te cuento el vértigo que te agarra si sos fan de la prosa de Federico Andahazi y la sola idea de ver su obra en vivo, en un teatro, te aterra y te entusiasma en partes iguales. Si además sos fan del teatro, ya de movida vas con el corazón confundido. Por suerte, mi corazoncito de lectora empedernida de Andahazi y de asidua teatrista sobrevivió emocionado a esta hermosa apuesta.

Daniel Kusniecka nos sorprende como director y adaptador de esta puesta, donde logra fusionar lo mejor de la narrativa, la posibilidad de imaginar, y lo mejor del teatro, ponerle el cuerpo a una historia. Usando la figura de un juglar moderno, que nos recibe ataviado con un jean y una remera típicos de un joven de hoy pero con una especie de saco con capucha más teatral, que hará las veces de vestimenta de algunos de los tantos personajes que desfilarán a lo largo del espectáculo, Agustín García nos deleita con la historia de Quetza, un niño azteca que logra burlar la muerte  para convertirse en un joven ejemplar que logra cruzar los mares en busca de otras tierras, bastante antes de la conquista que todos conocemos.

La historia de Federico Andahazi plantea la posibilidad de que alguien de este lado del mar haya llegado a las tierras europeas antes de que las carabelas de Colón cayeran en nuestras costas a hacer estragos. Además de la epopeya del joven Quetza por su vida en su propio lugar, la historia narra cómo construye su propia embarcación, se adentra a la mar y llega a España, en donde encuentra una imagen macabra de un señor clavado a una cruz y un ser mítico y raro que no es más que un caballo. Los ojos de Quetza ven así a la civilización que luego arrasará con sus dioses y creencias. Con toda una civilización, para ser más exactos.

Con notable histrionismo y desplegando múltiples herramientas expresivas, este joven actor logra envolver al público paulatinamente, cautivándonos y metiéndonos de lleno las vivencias de Quetza. Los distintos niveles del espacio escénico, la música y las luces, también contribuyen a generar los climas que acompañan al actor en el relato.

Señor espectador, esto no es un unipersonal ni otro joven haciendo stand-up. Nada que ver. Es una experiencia teatral diferente. “Quetza” nos invita a sentarnos en la hermosa sala del Kairós a escuchar, ver y sentir una historia, a prestarnos por completo a un narrador que con mucha energía y simpatía nos transportará por algunas escenas de una bella historia. Por supuesto que no es el libro (me encantaría llevarme de vacaciones a alguien que me cuente una historia con tanta onda!) pero le han hecho mucha justicia, y eso se agradece.

Ficha:

Intérprete: Agustín García

Dirección y puesta en escena: Daniel Kuzniecka