Deslizarse, fluir, sin detenerse.

Al entrar en la sala ya en penumbras,  ellos están allí, pedaleando intensamente. Dos  mujeres y un varón,  jóvenes, ensimismados en sus pensamientos. Una de ella comienza su relato, luego la otra, y él. Irán brotando sus historias, las irán intercalando sin que decaiga el ritmo, hablándole a un interlocutor que está ahí, sin ser nadie en particular.

La difícil relación entre una joven y su padre, los sutiles vaivenes de poder que se han creado entre ellos desde la infancia y el miedo a crecer en un caso. El descubrimiento de la pasión, de uno como ser deseable y la separación de la persona deseada en otro.  La pérdida del trabajo y el temor a perder a la persona amada por esta causa, mezclado con la adrenalina y la sensación de libertad,  el tercero. Y luego, la ‘aparición’ de una bicicleta en un momento exacto de esa circunstancia, ni antes, ni después, como propuesta salvadora. Y es que moverse aleja de la quietud, del estancamiento, y genera un estado inercia, de moverse sin esfuerzo, que a algunos ayuda a pensar. ¿Quién soy, qué quiero y cómo obtenerlo?

Bicicletas es una obra fresca, divertida, muy dinámica. Se trata de tres monólogos; tres ciclistas en acción mientras discurren cada uno su historia individual, que tienen en común apenas  un  leve roce, ingenioso, como un pequeño guiño,  en el que se tocan las historias. Aprovecha el talento de sus actores, que se destacan haciendo comedia sin lugares comunes, desplegando algo del lenguaje, diría televisivo: el video clip,  la mirada preponderantemente frontal, el tempo.  La iluminación se usa para circunscribir el  espacio a la persona que habla y darle preponderancia, ya que no hay otra escenografía –además de las bicicletas, claro- que la transmitida por ellos mismos, su expresividad, su vestuario. Es un espectáculo simpático, novedoso, que hace reír y disfrutar el momento.

Ficha:

Dramaturgia y dirección: Micaela Fariña
Actúan: Rosario Alfaro, Belén Amada, y Pablo Cusenza