Sapos secos

Sapos secos

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No es brujería, es sanación

Cada época tiene sus modas y esto afecta a todos los ámbitos, también a la salud y el bienestar físico, psicológico y espiritual. Sin dudas una de las  vedettes de estos días, son las constelaciones familiares y en este caso serán el punto de partida para un conmovedor musical.

Jesús, uno de los participantes, siente que no quiere a sus hijos como debería, por lo que solicita ayuda para trabajar con esa situación, para eso elige a dos representantes, que desde ese momento serán un joven Jesús (Nicolás Sousa) y Leonor, su madre (Lucre Orlando).

Todo comienza con un viaje que hacen ambos a Las Toninas, para reconstruir su vínculo y reencontrarse, cosa que les cuesta mucho. Ellos tienen una casa allá, es sencilla, como suelen ser en la costa, muebles de otra época, posiblemente estén desde que ella (que ahora ronda sus cuarenta) era chica, colores sobrios, nada de estridencias, lo más llamativo es un entrepiso, que es donde duerme él, un espacio que permanecerá cerrado la mayor parte del tiempo, únicamente se vislumbrarán sombras a través de unas telas que aíslan el espacio.

Ellos intentan conectar, incluso se proponen cumplir con una lista de “mandamientos”, uno por día, pero hasta las cosas más sencillas, como darse un abrazo, pueden ser casi imposibles y no es que se la pasen discutiendo, ni que se odien, simplemente no pueden sincronizar.

Los que si lo hacen son Lucre y Nico, tienen química, sintonizan muy  bien en escena, construyen sus personajes al detalle y sienten a través suyo, se nota el compromiso con la historia. Ambos provienen del mundo del musical y si  bien este espectáculo, corresponde al género, tiene la particularidad de contar con mucho texto y eso los ayuda a mostrar otra faceta de su trabajo en la que la naturalidad prima.

Nico por su parte, se pone en la piel de un chico algo atormentado por los acontecimientos que le toca vivir, recorre un camino desde el ensimismamiento, hasta el desdén, aunque mantiene una actitud activa de búsqueda y la necesidad de correr una cortina para poner luz a los grandes misterios de su familia.

Mientras que Lucre, se convierte en una mujer que guarda mucho más de lo que dice, siente más de lo que expresa, tapa y quiere olvidar, usando como un recurso el humor y la liviandad, pero su trabajo, deja ver más allá de la superficie, permite que esas capas salgan por algún lado, sutilmente.

Pero no son los únicos que cuentan esta historia, también entran en juego Omar (Nacho de Santis) y sus hijos mellizos Elías (Fer Martins) y Pelusa (Lucila Louzan), ellos habitan el mismo lugar, pero en otro tiempo; él los llevó a vivir a allí, sin que esto adolescentes lo supieran, el objetivo era separarlos de su madre.

Ellos también llevan muy bien a sus personajes, y logran generar las tensiones que su historia acarrea. Nacho construye a un hombre agresivo y lastimado, que intenta contenerse y a pesar de sus modos, quiere lo mejor para sus hijos, pero no tiene control sobre sus formas. Mientras que los adolescentes, intentan generar una burbuja para evitar salir lastimados y cuidarse uno al otro, acompañarse. Fer y Lucila, establecen el vínculo que sus personajes necesitan y les suman una cuota de inocencia, que más allá de demostrar que son chicos buenos y educados, habla de otra época, de un lado naif, que actualmente no es habitual en esa edad.

Resta un personaje, una mujer, que aparecerá para abrir algunos ojos y mover algunas estructuras. Poco a poco las historias, comenzarán a acomodarse.

Completan el elenco Gaby Genovese, Catalina Lemos, Nano Galarza, Aimy y Guido Savino, ellos irán jugando diferentes roles en cada momento y lugar, logrando personajes muy vivaces, que juegan a la perfección con lo que llevan el hilo… o los hilos.

Más allá de las actuaciones, todo el elenco cuenta con muy buenas voces, muy diferentes unas de otras, creando matices y complementos muy lindos.

En escena también están los músicos Sebastián Aldea Dávila, Nacho Pelaez y Leandro Glüzmann, quienes aportan un clima muy acogedor, sumando al espíritu de este espectáculo.

La puesta hace que los diferentes elementos que la componen se fundan, es así que la escenografía, más allá de los elementos de la casa, tiene todas las paredes del escenario recubiertas con grandes retazos de tela, parches, cosidos entre sí, que arman una especie de red infinita por la que se mueven los personajes. Esto juega con las luces, cuya puesta suele mantener los tonos cálidos sin dejar mucho espacio para las luces blancas o fuertes.

Todo tiene que ver con la oscuridad de lo que no se cuenta, con los ocultamientos, con los retazos de historia que Jesús deberá atar para develar ese secreto que tanto lo angustia, también se relaciona con la red de contención, con las partes que se unen para abrazar y ayudar al verdadero Jesús, ese que generó esta constelación.

Las coreografías de (de Anto Campaniello) van para el mismo lado, hay mucho juego con lo circular, movimientos que envuelven y contienen, aunque por momentos podrían no dejar ver más allá.

El vestuario acompaña cada una de las situaciones, pintando una época y un espacio determinados, ayuda a ver en qué momento y lugar se está.

La música (de Sebastián Aldea Dávila) refleja el sentir de estos personajes, el dolor, la necesidad, el grito de ayuda, el no dar más, la búsqueda, las ganas de avanzar.

El libro, las letras y la dirección están a cargo de Pedro Velázquez y sin duda tienen su sello, la amorosidad, la profundidad y la (aparente) simpleza de los personajes, son caminos conocidos para él. Genera un equilibro para que hechos muy fuertes, no se transformen en un golpe bajo, sino que todo vaya fluyendo y decantando a su momento.

Un espectáculo fuerte, profundo, que se vale de un recurso moderno como las constelaciones, como una excusa para meterse con una historia que atraviesa varias décadas y unas cuantas vidas. Un musical con hermosas interpretaciones, que demuestra, que no importa el tiempo que pase, ni las trabas que aparezcan, que siempre hay tiempo de buscar para sanar, para cambiar y poder estar en paz con el pasado, el presente y el futuro.

 

Ficha:

Libro y Letras: Pedro Velázquez

Música: Sebastián Aldea Dávila

Actúan: Lucre Orlando, Nicolás Sousa, Nacho De Santis, Lucila Louzan, Fer Martins, Gaby Genovese, Catalina Lemos, Nano Galarza, AIMY, Guido Savino.

Músicos: Sebastián Aldea Dávila, Nacho Pelaez, Leandro Glüzmann

Diseño de Vestuario: Yanina Poggi

Diseño de Escenografía e Iluminación: Wilfredo Parra

Fotografía, Vídeo y Redes Sociales: Martu Gruppalli

Diseño de Logo: Matías Gordon

Diseñador Gráfico: Wilfredo Parra

Asistencia Coreográfica: Victoria Godoy

Asistencia de Dirección: Francisco Tortorelli

Realización de Escenografía: The Workroom

Dirección Vocal: Aldu Gribnicow

Arreglos Corales: Sebastián Aldea Dávila

Prensa: Kevin Melgar (0KM Prensa)

Producción Ejecutiva: Anabella Paniagua, Francisco Tortorelli

Coreografía: Anto Campaniello

Director Musical: Sebastián Aldea Dávila

Producción General: Xime Biosca

Dirección General: Pedro Velázquez

Género: Musical #drama

Categorías: Reseñas

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