Salvajada

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    T.N.Cervantes

 

“Civilización” o “barbarie”, ¿cuál es cuál?

La sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes está embarcada en una misión gigante: quiere volverse la sala porteña de teatro más atractiva para absolutamente todos los públicos. Para chicos, para grandes, para amantes del teatro, para los que van por primera vez, para los que les gusta el arte y para los que les gusta el espectáculo también.  Salvajada es, sin lugar a dudas, una demostración más, del éxito que viene teniendo su programación, en esta odisea.

La obra es una adaptación del cuento “Juan Darien” del escritor misionero Horacio Quiroga. El encargo fue hecho por la compañía de titiriteros del teatro San Martín, para ser realizada en 2015. En el presente, Kartun recomendó la dirección de Rivera López para su reposición. La apuesta ahora es por un teatro de objetos, que no tenga las limitaciones del teatro más habitual, ni el de títeres. Sino lo mejor de ambos mundos. Sale entonces a la cancha la compañía Libertablas. Actores y objetos se mezclan en el escenario para darle vida al cuento y no dejar de encantar al público.

El cuento es sobre un niño tigre perseguido y castigado por ser el distinto. El protagonista es un cachorro de yaguareté rescatado por una madre sufriente. Hacía poquito la mujer había perdido a su bebé a causa de una epidemia de viruela que se había llevado medio pueblo. La mujer sufría en su choza al costado de la selva cuando apareció la pequeña criatura. El cachorro es una amenaza, piensa el hombre (personificación del pueblo) y lo busca dispuesto a matarlo. Si crece, luego podrá acechar al pueblo y serán ellos los cazados, es el pensamiento que justifica la acción. La mujer desesperada esconde al cachorro. Entonces, una pitonisa, mujer y anaconda, le dice que no tema. Que cuando el hombre dispuesto a matar encuentre a su cachorro, lo que encontrará, en cambio, será un bebé. Y así como lo dice, sucede. De esta forma es como aparece, por primera vez, Juan Darién, el niño-tigre.

Juan Darién es un niño distinto, criado por su madre para que ame y no responda a la violencia. Tonto pero aplicado, es maltratado por los demás y él nunca responde. La obra permite presenciar actos de injusticia y crueldad donde la civilización y la barbarie están siempre una al lado de la otra pero el espectador nunca tendrá en claro cuál es cuál. Si la que ejerce la violencia o la que recibe el llamado de lo salvaje y quiere huir de lo humano.

La adaptación de Kartun engrosa la fábula guardándole un profundo respeto. Aporta ingredientes con los que ya acostumbró a su público. Momentos de hilaridad, juegos de palabras que son mucho más que eso. Un trabajo meticuloso y genuino con el habla misionera. Caracterizado en la tonada pero también en el léxico popular y poético. También suma algunos giros que le dan al texto fuerza política y se suscriben a las obsesiones particulares del autor.

Para nombrar uno, por ejemplo, el inspector del cuento, es un “hombre de la capital” que usa colonia Franco inglesa. Otro, la incorporación del circo y sus fenómenos. Mundo que va a rodear al domador contratado por el pueblo en el cuento.

La fábula teatral está enmarcada: quién toma esa voz narrativa y pone en contexto es el personaje de la pitonisa Anaconda, interpretado por una magnánima Mónica Felipa. Esta es una forma de traer algún fragmento del cuento de forma orgánica sobre el escenario y también es una excusa bien justificada para que Kartun se luzca con su pluma. En una de sus primeras intervenciones, la Anaconda hace un juego de palabras entre pitón y pitonisa pero aclara que no lee el futuro, sino el pasado. Después dice: “Cosa rara los que leen el pasado. Que después adivinan”.

A la madre la interpreta por una descarnada Valentina Bassi. La encargada de presentar, por oposición, a ese pueblo y, por piedad, a ese tigre bebé. Mediante un elegante juego de puesta el personaje objeto se convierte en personaje-actor, Pablo Mariuzzi. La animalidad del actor está tan presente en su apariencia que, muy acertadamente su tono actoral juega con la sutileza y la tensión dramática.

Completan el elenco: Carolina Guevara (la maestra), Gustavo Masó (Tape Chamorro), Diego Ferrari, Julieta Rivera López, Carolina Tejeda y Blanca Vega.

Párrafo aparte para Carlos Belloso, el que personifica la tiranía en cada personaje que interpreta. El actor es el monstruo disfrazado. En la pluma de Kartun siempre es un poco parodia, un poco paria. El villano está convencido de lo que dice pero un poco lo sufre. Belloso le aporta su patetismo, su histrionismo que nunca deja de ser orgánico. Sus personajes son ampliamente distintos uno del otro y aún así logra encarcelar esa presencia siniestra y verdadera.

La obra es teatro de objetos y también es fábula infantil y músical. La escenografía y el vestuario es expresionista y magnánima, trae a la selva y su complejidad aprovechando todo el escenario a la italiana. Los objetos en escena son siempre imponentes y animados. La técnica de la obra es ambiciosa y exigente. La iluminación, el sonido, la música, incluso los efectos visuales, tienen una densidad difícil de ejecutar con precisión y limpieza. Esto convierte los noventa minutos de función en una montaña rusa con vaivenes, que producen el efecto de atracción y también producen (se quiera o no) la idea de lo salvaje.

Lo que se respira en escena, es ese pueblo al costado de la selva. Que en su propia lucha por hacer emerger lo humano y lo digno, se pelea contra lo que se puede pelear. Lo que tiene al alcance del machete.

Ficha:

actúan: Valentina Bassi, Carlos Belloso, Mónica Felippa, Diego Ferrari, Carolina Guevara, Pablo Mariuzzi, Gustavo Masó, Julieta Rivera López, Carolina Tejeda, Blanca Vega

dirige: Luis Alberto Rivera López

 

 

 

 

 

 

Categorías: Reseñas

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