Plot

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Prensópolis
La confabulación
El día internacional de las sobras es ese período de tiempo posterior a alguna reunión donde se sigue comiendo la comida, cada vez más rica, cada vez con menos protocolo. Plot, la obra de Valentino Grizutti, sucede por esos lares. Una pareja recién separada. Ella está parada en la oscuridad, en toalla, mirando un policial clase B de dudosa traducción. Él llegó para dejar en la cama a la hija que quedó “frita” en el viaje. La conversación es tosca, confusa, poco elocuente. Hitchcok decía que el cine es la vida sin las partes aburridas.
De pronto, y de forma totalmente inadvertida, irrumpe la obra. Un juego de capas, de niveles, de registros. Una crew desarma el hogar y transforma el escenario en un set de filmación. Él es sedado y arrojado a un costado. Ella maniatada, forzada a actuar.
Una de las verdades del Film-Noir es que todo es contingencia. Las cosas pasan por azar y el héroe es arrastrado por un remolino. Esto es resultado de la podredumbre en las instituciones humanas. La justicia está asfixiada. Ahí, la tragedia del género. No por acción divina, sino por negligencia del ser humano. En el film-noir siempre el personaje llega tarde. Valeria correa dice sobre agarrar una película en la tele, algo así como “si tenés culo lo que te toca está bueno”
Valentino Grizzuti corre de eje un par de principios del género. La institución en decadencia no es la policía, ni el gobierno sino la familia, no hay femme fatale, ni dinero que sea la promesa de salvación. La investigación y persecución de la verdad es un rodaje. Los callejones iluminados por el reflejo de la humedad son un set pseudo-snuff de filmación. En este espacio se entreteje una película y una obra de teatro, a la vez. No hay concesiones, ni explicaciones, ni buenos tratos. Para la familia, para los mismos operarios del equipo de filmación; pero tampoco para el público.
El elenco de la obra es un desfile de experimentados en producciones audiovisuales (actores, productores y directores de cine y series). Por eso el escenario respira el aire de set sin caricaturas, ni señalamientos. La obra avanza sobre ese universo con decisión. Usa los aparatos de registro audiovisual como arma narrativa y no como decorado. Por ejemplo, el sonidista ninguneado utiliza la toma de ambiente o un ruido que interfiere como mecanismos para disputarle segundos de poder al tiránico director.
Finalmente, se puede apoyar una interpretación en los formalistas rusos que ofrecieron un método práctico para identificar un relato como “fantástico”. Dicen que debe tolerar desde el principio al fin tres hipótesis.
La primera es la de que todo es un elaborado plan oculto. En esta obra, el título ya convalida esta teoría. Todo puede ser un “plot”. Que es trama y también conspiración. Acción puramente humana.
La segunda hipótesis es la de una perspectiva distorsionada. Lo real es subjetivo, torcido por una afectación. Puede ser de una actriz que percibe su trabajo como un secuestro virulento; puede ser la de la hija que sueña el apareamiento del sonido del televisor, la conversación de sus padres y sus propios deseos. Es decir, la ficción extrema de esa separación. Como en Mentiroso mentiroso o el videojuego It takes two. El problema de esta hipótesis viene del formato. El teatro no tiene punto de vista. Eso, quizás, lo soluciona la cámara. Quizás el público asiste a la filmación del sueño.
La tercera hipótesis es la que menos cuaja: lo sobrenatural. Para sostenerla, lo que aparece es el ritual teatral. Siempre una alabanza a los dioses. Un cuerpo que atraviesa un espacio iluminado y hacer nacer el teatro. La transformación, de esa madre de familia en actriz, no es de orden natural y lógico-casual. Hay algo más operando en ese destino. Esos dos entrecruces de mundos (la vida anodina y el rodaje catastrófico, el teatro y el cine) producen ese devenir.
Se lo proponga o no, Plot, es un ensayo sobre la actuación. Sobre “el método”; sobre el espacio escénico. Sobre lo real. La expresión “dudosa traducción” que planta con disimulo en su sinopsis esconde una paráfrasis, una reinterpretación a la famosa frase de Robert Frost que dice “poesía es lo que se pierde en la traducción”.
Ficha
Dramaturgia: Valentino Grizutti
Actúan: Vera Busetti, Valeria Correa, Raúl Antonio Fernández, Agustin Gagliardi, Nicolás Gimenez, Andres Granier, Guido Losantos
Voz en Off: Guadalupe Cuevas, Maitina De Marco, Rafael Spregelburd
Diseño de vestuario: Paola Delgado
Diseño de escenografía: Santiago Badillo
Diseño De Sonido: Ismael Pinkler
Música original: Ismael Pinkler
Diseño De Iluminación: Ricardo Sica
Asistencia de dirección: Lucía Gusmán (Luchitron)
Prensa: Prensópolis
Producción artística: Carolina Stegmayer
Dirección: Valentino Grizutti
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