Operarius

Operarius

Ficha

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    Natalia Bocca

 

Obra en construcción

Lo distópico siempre tiene que ver con la escasez.  La sala está casi a oscuras salvo por un sucucho construido con apenas una puerta de aglomerado. Una luz en ese pequeño adentro ilumina a Firencio (Julieta Grinspan) tomando mate o lidiando con el gemido de un acordeón. Él es tosco. Está cansado. Ya no acusa los golpes, ni lo sostiene ninguna esperanza.

Pronto llega, con su prolijidad y afectación, la mediadora (Julia Nardozza). Ella es palabras, palabras, palabras. Viene a sostener un portafolio, recibir órdenes y repetir un enunciado vacío. Está en el medio pero no es equidistante.

No mucho tiempo después aparece Cores (Esteban Parola), el dueño de todo. Está trajeado y tiene que estar en otro lugar. La cuenta matemática que trae es clara: cuánto más cumple su sueño de construir viviendas para todos, menos techos quedan para quienes las construyen.

Desde los primeros minutos, Operarius es la lucha de clases. La disputa, esta vez, es sobre un pozo. Al fondo de la escena, una luz contrapicada rodeada de vallas y conos, es el infierno y las ruinas. La empresa constructora de rascacielos y edificios comunes tiene frenada una obra por una huelga. Ya no quedan obreros. El pozo amenaza con tragarse la ciudad si no se apura el plan. Cores viene a persuadir a Firencio de que le diga dónde están escondidos los obreros que quizás ya no existan.

Kartun dice que el teatro es cementerio de ocurrencias. En Operarius las ocurrencias están ahí apiladas, sin enterrar. Pero también como se colocan esos ladrillos, también se los derriba. Como a la cuarta pared o a la continuidad de tiempo y espacio.

El marco es una excusa para el panfleto y el absurdo cruel. La obra de Belloso acumula y rompe de forma caótica y precaria a la vez. Sería irrisorio no pensarla adrede como una obra en construcción.

De todas las rupturas que comete, la más injuriosa es una en la que los personajes apuntan con una linterna al público buscando a alguien para hacerse cargo de la obra. “Los obreros no van al teatro”, dicen. No es la única obra en cartel que busca en el público algo que nunca aparece. ¿Será que el teatro está demasiado consciente de su propia burbuja?

No todo son risas. En un momento, la obra pone de frente a la oscuridad sin edulcorarla, cuando enumera casos de obreros fallecidos en su lugar de trabajo. En ese golpe está la violencia que esconde la bienintencionada mediadora cuando repite, y repite, y repite: “Amanece que no es poco”.

 

Ficha

Intérpretes: Julieta Grinspan, Julia Nardozza, Esteban Parola.

Dramaturgia: Julieta Grinspan.

Dirección: Carlos Belloso.

Categorías: Reseñas

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