La princesa rusa
Ficha
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Prensa:
Mutuverria PR
El deseo que no se nombra
J. Lacan dijo una vez: “Aquel que sabe no huir de su propia angustia será también aquel que no huya de su propio deseo”; quizás de esto hable, a grandes rasgos, la obra: de seres que intentan comprender lo que les pasa enfrentando la angustia, tratando de no escaparse de sí mismos, buscando reconocer y hacerse cargo de sus propios deseos.
La historia transcurre en un hostal que da la playa. Es un lugar de veraneo donde las personas buscan un poco de paz alejándose del trajín de la ciudad y olvidándose de sus habituales preocupaciones. La dueña, es visitada por su hijo- que decidió ir vivir con su padre, años atrás, luego de la separación-. Trae a su novia y a su hermanastra -hija de su padre y su nueva pareja-, también están presentes en el lugar: un joven que era muy amigo de su hijo en la adolescencia y un escritor -con cierto prestigio- que cada tanto pasa algunos días en el hostal para corregir sus escritos.
¿Cuál fue la verdadera razón por la cual el hijo de esta mujer decidió ir a vivir con su padre? ¿Qué pasó entre su amigo y él para que no se volvieran a hablar? ¿Quién fue esa famosa princesa rusa que una vez se hospedo en aquel sitio y qué representa para cada uno de los personajes? Estos y otros, son algunos de los interrogantes que irán recorriendo los laberintos de esta trama donde “el deseo” pareciera ir abriendo y cerrando puertas.
La dirección de Julieta Abriola logra construir climas de gran intensidad e intimidad. Los personajes se desplazan sobre el escenario con absoluta precisión, y juegan un sutil juego de conexión y desconexión, que, reforzando la propuesta del texto, hace que se reafirme la idea de soledad y aislamiento que padece cada uno de ellos. La escenografía, perfectamente diseñada, recrea un espacio donde el mar se puede imaginar y permite – a través de las luces que forman parte del decorado- generar ambientes cálidos y fríos, según la escena lo requiera.
Las actuaciones son muy parejas: destacan tanto por su sutileza como por el compromiso interpretativo, logrando poner en el cuerpo aquello que reprimen las palabras. Sin dudas, lo que “no se dice” – en esta obra- está por encima de lo que se habla, y cada uno de los intérpretes lo comprende a la perfección.
Ésta es una muy buena ocasión para meterse en el mundo de un excelente dramaturgo como Juan Ignacio Fernández -quien tiene, en este momento, tres obras en cartel-; y dejarse llevar por una historia que conduce al espectador por los caminos de la escritura y el deseo.
Ficha:
Intérpretes: Carolina Tejeda, Tina Sconochini, Tamara Belenky, Aldo Alessandrini, Jesús Catalino y Julián Marcove.
Dirección: Julieta Abriola
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