Joaquín Sabina. Hola y adiós

Joaquín Sabina. Hola y adiós

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Un último vals

Dijo hola y adiós y el cierre sonó como un signo de pregunta, porque todos los que estaban en ese y en cada uno de los shows de esta gira de despedida, seguramente se preguntarán si en verdad será la última o si una vez más, el español del bombín, se arrepentirá y emprenderá una nueva más adelante. El “Sabina no se va”, recorría el ambiente y llenaba el aire.

Ante un Movistar Arena llenísimo, con cánticos en diferentes sectores, murmullos nerviosos, gente riendo, ansiedad para los últimos que llegaban y no sabían bien dónde ubicarse y un escenario habitado solamente por una pantalla gigante de fondo, tres a los costados y los instrumentos, irrumpió el video de “Un último vals”, dando lugar a gritos catárticos que rompían tras la espera y la emoción de ver a tantas figuras atravesando todo el fondo de la escena.

Eso fue sólo el calentamiento, porque inmediatamente después llegó él, el hombre de la noche y su público lo recibió a pura algarabía, tras sonar “Lágrimas de mármol”, habló un rato sobre la gira y su relación con Argentina.

Luego de un par de temas, presentó a su maravillosa banda, compuesta por Antonio García de Diego en guitarras, teclados y armónica, Jaime Asua en guitarras, Borja Montenegro en guitarras, Josemi Sagaste en saxo y percusión, Pedro Barceló en batería, la argentina Laura Gómez Palma en bajo y la increíble Mara Barros en coros, cada uno de los integrantes es un lujo. En los cambios de vestuario, ellos toman mayor protagonismo y se lucen cantando, Mara una ranchera, Asua  “Pacto entre caballeros” y García de Diego “Peces de ciudad”.

Un show a puro hit, dónde la platea acompañó de punta a punta, el escenario era una fiesta. Joaquín realizó tres cambios de vestuario, cada uno más elegante que el anterior, siguiendo su estilo de siempre.

Si bien Sabina cantó sentado todo el tiempo, eso no le restó frescura, diversión, calidad y calidez al espectáculo; él conoce muy bien a su público y sabe qué hacer y decir en cada momento,  sus dotes de showman, se asoman de manera permanente y su mirada en pantalla gigante, dice mucho más que las palabras, es sincera, honesta, transmite felicidad y refleja eso tan indescriptible que pasa, cuando algo que se ama, se está por terminar.

Las 2.15hs que duró el concierto, se pasaron volando, no hubo oportunidad de detenerse en la nimiedad del tiempo, ese mismo tiempo que pasa generando un halo de nostalgia con cada nota, sabiendo que (aparentemente), son las últimas oportunidades para disfrutarlo en vivo.

Un español adoptado por los argentinos, que tiene una parte de su corazón celeste y blanco, un tango flamenco, que en realidad es puro rock.

Sabina es uno de esos artistas, que se quieren para siempre, que son eternos, que nunca alcanzan. Cuando pasaron los últimos saludos y el escenario quedó vacío con las luces apagadas, el ambiente estaba raro, así como cuando al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos…

 

Categorías: Reseñas

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