Estocolmos
Ficha
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Datos de funciones:
Valeria Franchi
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Prensa:
Info de las funciones, en nuestra cartelra
¿Hasta cuándo dejaremos crecer esta esperanza?
La piecita de una pensión en Parque Patricios es un árbol hueco. De esos que la podredumbre del tronco le llegó hasta las ramas. Una de ellas es Roberto Altamirano (Horacio Pucheta), un ex-periodista que dejó su trabajo luego de ser empujado a la sumisión y amoralidad.
La piecita está a oscuras, Roberto tiene un arma en su boca mientras desde afuera golpean la puerta. La obertura es tensa y oscura pero no más.
Una vez que entran Treno y Elvira Estocolmos nunca dejará de sonreír. Aunque esté llorando. Entre el grotesco y el absurdo, el árbol se ramifica para donde entre el más mínimo rayito de sol. Siempre hueco por dentro, pero sin dejar de crecer nunca.
Otra rama del árbol es la mencionada Elvira (Solana Possi), dueña de la pensión. Ella entra como si nada. Trae a uno de afuera, Treno (Esteban Piñeyro), un pibe empilchado con ropa de Huracán. Igual que está empilchada la piecita, con posters y artículos de revista por todos lados. También con mugre y desidia.
Treno es hijo de uno de los peces gordos de la mesa divertida de Huracán que, aunque dice ser un Wing de 32 años, se pasea por el barrio cobrando de favor a viejos socios. Roberto no paga desde principio de año.
La que completa el cuadrilátero es Cintia (Cecilia Layus), la hija de Elvira. Una niña chillona que ya no es tan niña.
Estocolmos propone una serie de encierros autoimpuestos, de gente empujada al márgen. Atada a las cadenas de ese margen. Marina Filoc, directora y dramaturga, en una entrevista habla de “nuestro corral estable”, donde tenemos “la vaca atada”, se puede agregar. Quizás en el fondo de una trama que se pierde entre las nubes haya un secuestro. Quizás es un encierro más: Roberto está encerrado en su nihilismo aunque nunca deje de sonreír; Elvira entre la resignación y la desesperación amorosa; Treno nunca deja de intentar salir (desde su nacimiento, el signo que lo marca, es la esterilidad); y Cintia que, a pesar de todo, nunca deja de querer satisfacerse.
La obra propone un delirio quijotesco. A nadie le importa del todo lo que sucede de las paredes para afuera. Es más, nadie allí cree que haya una verdad paseando por las calles. Todo lo que circula es literatura.
Esa deformidad del universo se entiende también en el proceso de concepción: inspirada en El banquete de Severo Arcángelo de Leopoldo Marechal (del cual la dramaturga dice que ya no queda nada), la obra pasó un largo proceso creativo en el que nunca abandonó la capacidad de reinventarse.
Al espectador Estocolmo hoy lo desborda y confunde mientras lo emociona. Quizás en varias temporadas, mute en un bonsai precioso que concentre toda esa fuerza y sabiduría en unos pocos números de desesperación y sonrisas.
Ficha
Actúan: Cecilia Layus, Esteban Piñeyro, Solana Pozzi, Horacio Pucheta
Dirección: Marina Filoc
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