Señora de rojo sobre fondo gris

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El amor no muere

Demás está decir que los artistas en general son personas muy sensibles, a quienes las cosas no les pasan por al lado sin importancia, sino que se sienten afectados por cosas que para otras quizá tienen poca relevancia. Si se hace un zoom para focalizar en los artistas plásticos o los pintores, no es raro que tengan alguna musa inspiradora para crear y si algún día la pierden, pues, su vida puede cambiar por completo.

Tal así le pasó a Nicolás (José Sacristán), un pintor que quedó viudo en el 75’ y junto con su mujer, perdió la inspiración y entró en una crisis creativa que al día de hoy lo acompaña. Está en su estudio, un altillo quizá, dónde todo es gris porque refleja su sentir, representa su estado permanente, se mueve como perdido tanto en lo espacial como por el nivel de abstracción que logra al perderse en sus recuerdos y rememorar en voz alta para quien quiera oír su historia.

Si bien hace algunas referencias a sus hijos, que además de servir para presentar a su familia, sirve de excusa para ubicar temporalmente, cuando habla de la época que pasó en prisión su hija mayor por sus actividades políticas, ellos no son el centro de su relato, sino que lo es Ana, la madre de los chicos.

Como si fuera un exorcismo de recuerdos que lo agobian y le dan vueltas en la cabeza una y otra vez, sin dejarlo avanzar, cuenta desde los primeros síntomas de la enfermedad de Ana, hasta que falleció y todo lo que esto implicó, como todo alrededor se fue modificando.

El dispositivo escénico habla del personaje, es su mundo, su contexto y a la vez su pasado, la penumbra sumada a la falta de color y el dolor que reflejan sus palabras, todo parece pedir a gritos sacudir el lugar y el alma para volver a vivir y no quedarse anclado en lo que pudo ser y no fue.

Un monólogo que requiere compromiso y José lo recorre con un abanico de emociones a flor de piel, profundidad

y empatía con su personaje, verlo es hipnótico, su voz honda, las pausas, las risas, todas las herramientas que utiliza, dan como resultado un recorrido impecable.

Un texto duro, pero muy bien escrito por Miguel Delibes, que encontró en José Sámano el director que necesitaba, para darle vida a esta historia, generando un ritmo acompasado con las emociones que va atravesando a Nicolás.

Son 85 minutos que pueden incomodar porque no es un tema fácil el que trata y posiblemente los espectadores más sensibles, se pueden sentir más vulnerables ante lo que se cuenta, pero vale la pena atravesar esa sensación de emotividad, para disfrutar de un actor inmenso.

En definitiva, una base sólida y una emotiva interpretación, sobre un amor “para siempre”, un actor con acento ibérico que desde hace mucho tiempo, está en el corazón argentino.

Ficha

Dirección: José Sámano

Con: José Sacristán

Género: Monólogo / drama

Categorías: Reseñas

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