El hotel es un cuerpo. Lorena

El hotel es un cuerpo. Lorena

Ficha

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  • Prensa:

    T.N.Cervantes

 

Cada una tiene su memoria: Lorena

      “-Hay gente que la pasa mal y entonces dice le voy a hacer mal a los demás (…) A nosotras siempre se nos trataba de forma hostil, siempre estábamos bajo el mando de alguien y te pateaban la puerta te cacheteaban, te choreaban… desagradable —Ahora a cada chica que llega la recibimos con un plato de comida con un abrazo con una convivencia con compañía. —A veces hay tanto silencio que decís, “¿nos pusimos aburridas?” es que no sé cómo explicarte el desastre que era esto, cosas tan feas hemos pasado y no queremos volver a esas situaciones —¡Ni ahí! -”

Así comienza “Reunión: Cuatro legendarias en el Gondolin”, libro escrito por Dani Zeiko que relata las experiencias de una gran parte de la comunidad travesti-trans en un mítico hotel de Buenos Aires. Y es a partir de allí, desde donde se parte para llegar a la teatralización de este ciclo compuesto por tres obras (Divina, Lorena y Reina) donde se jerarquiza y se pone en el centro de la escena, el tema de las corporalidades trans y cierta mirada de un otro que curiosea, que indaga, pero además cancela y ridiculiza exhibiendo sin resguardo la doble moral que reina en una sociedad heterosexista que desea y busca en lo privado, siempre en la clandestinidad.

Líneas diagonales marcan el ritmo: una pata vertical atraviesa la escena acotando el espacio para situar al espectador en un cuarto … una cumbia, un reggaetón, la princesita Karina, la mona y la infaltable Madonna coronando la habitación de este hotel que es cuna, un edén, el resguardo y la salvación. La escenografía, precisa en cada detalle, al servicio de la obra. Cargada de color, no queda superficie alguna por cubrir, un microcosmos brillando en el caos: posters, cuadros, fotos, cuerpos de hombres y mujeres; Batistuta, la Coca Sarli. Hay mucha, muchísima ropa. La cama cucheta, la heladera, el espejo y una silla proponiendo diferentes niveles y alturas, invitan al juego escénico…  

Lorena llega convulsionada, desfalleciente. Sus altos tacones blancos no le impiden moverse con soltura y sensualidad. Tiene todo lo necesario para cautivar, belleza física, presencia escénica. Está lastimada y se angustia frente a un espejo. Se angustia, solloza y se consume una botella de vodka. Llama a una amiga, la negra: “-El tipo se puso violento, me pegó y lo empujé. Se golpeó con el piso, la mesita, no se movía… ¿entendes?-” de carácter retrospectivo, el personaje está continuamente recordando, confesando y reflexionando, sin disminuir el tiempo de la acción.

En apretada síntesis y con ritmo cinematográfico Lorena se traslada al pasado para contar su historia: la aparición de un hombre, un odontólogo que cambiará solo por un tiempo su marginalidad. Se dejará llevar por los mecanismos de la seducción, la amabilidad y el encanto para finalmente caer en la trampa, la violencia y el abuso. La fuerza dramática con algo de patetismo en la creación del personaje es lo que le da la grandeza: una interpretación realizada con todos los matices explosivos a cargo de la actriz que supo capturar el misterio y enfatizar la fragilidad con recursos genuinos.

En el final, la ovación y las salidas a escena de la artista para saludar hablan de un público realmente agradecido.

Ficha:

Lorena: Payuca

Dirección: Felicitas Kamien

Género: unipersonal

Categorías: Reseñas

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