Las cosas como son

Un escenario negro, solo algunos cubos que luego moverán los mismos actores y nada más. De pronto eso cambia, cuando la acción comienza, las paredes se empiezan a iluminar, gráficos, dibujos, palabras, lugares… rojo, azul, verde, blanco… estímulos permanentes que cambian, pero no de manera aleatoria, sino que van dibujando un camino, un recorrido, nos ubica, nos cuenta, nos explica; esa escenografía de a poco deja de ser contextual y suavemente se desliza al interior de la cabeza del protagonista, nos va a mostrar algo de lo que pasa ahí adentro (si eso fuera posible).

Christopher (Iñaki Aldao), vive en un complejo de edificios y una mañana descubre que el perro de su vecina está muerto en el patio común y no fue por causas naturales, sino que alguien lo asesino. El como buen fanático de Sherlock, decide investigar y descubrir quién es el responsable.

Este joven tiene una sensibilidad especial, por lo que ve y se relaciona con el mundo desde un lugar diferente, si bien no se especifica en ningún momento, tiene todas las características de alguien con síndrome de asperger, es brillante (aunque no le gusten las metáforas), ama los animales y la soledad, pero tiene dificultades para relacionarse y no le gusta que lo toquen.

Para encontrar la respuesta, Chris hace un recorrido en el que se enfrenta a muchas de sus “limitaciones”, conoce gente, se atreve a superarse y sin siquiera buscarlo, va descubriendo cosas de su vida y su entorno que pueden cambiarlo para siempre. Su cabeza va a una velocidad sorprendente, razona y se mueve a un ritmo que exige atención para seguirlo.

Quien más y mejor sigue al protagonista es Iñaki, la construcción que realizo del personaje es inmejorable, todo en él es sorprendente, su decir, su forma de moverse, sus silencios, su ritmo… todo, es puntilloso y emotivo. Definitivamente, en este que es su primer trabajo profesional, tiene todo para consagrarse, imposible no admirarlo desde el minuto uno.

La cabeza de Christopher no para y la escenografía de Tadeo Jones explota, mantiene el ritmo, acompaña; la música se impone, golpea, interpela, se intensifica cuando la historia lo requiere, el piso retumba y el púbico se ve envuelto en el clima de la escena.

Un talentoso grupo de actores forma parte de este universo, en general sin un rol fijo, van transformándose en el personaje que se requiere en cada momento, además de ser los encargados de la parte más física, de las coreografías, ya que, si bien no es un musical, la impronta del espectáculo, tiene cierta familiaridad con el género. Ellos son: Pablo Sultani, Marcos Rauch, Andrea Lovera, Sebastian Prada (director asistente), Manuel Victoria, Fernando Magranet, Geraldine Farhat, Mariano Caligaris y Agustín Pérez Costa (director coreográfico), un ensamble sumamente talentoso, figuras de los musicales porteños.

Pero este chico tan paticular está acompañado por algunas personas muy especiales. Esta su nueva ¿amiga?, su vecina (Adriana Aizenberg), alguien que lo conoce desde pequeño, pero a quien el recién ahora puede abrirse. Un trabajo muy tierno el de esta destacada actriz.

También está su maestra, interpretada por Carla Calabrese, quien hace un doble trabajo: de interprete y directora. Esta “seño” es muy comprensiva, lo acompaña, lo estimula, lo quiere… y el la quiere, con ella si se puede relacionar. Además, es quien lleva el hilo conductor de la historia, desde el principio lee un guion en voz alta, este corresponde a una obra de teatro y eso es lo que vemos, la historia de Chris, escrita por el mismo y leída por alguien en quien el confía plenamente.

Él vive con su papá (Pablo Alarcón) ellos tienen una relación muy especial, pero esto muta, cambia y eso lo impulsa a moverse, a buscar. Pablo realiza un trabajo muy sentido y conmovedor, su personaje va modificandose por diferentes situaciones a las que se enfrenta y ese cambio llega a la platea, hermosa construcción.

Por ultimo un personaje muy especial encarnado por Melania Lenoir, es fundamental para que la historia fluya, genera movimiento por dentro y por fuera, propio y de quienes la rodean. Analizar su trabajo, es no poder salir del asombro, en cada cosa que hace se renueva, se reinventa, es enorme y si alguien piensa que solo es buena haciendo musicales, es porque no la vio en otro rol, levanta cada vez más su propia vara, esplendido trabajo.

Tal como mencione anteriormente, Agustín Pérez Costa se ocupa de la parte coreográfica, esta tiene un lugar relevante en el cuento, refuerza, va más allá de las palabras, con o sin elementos, el movimiento es una guía de este espectáculo.

Carla Calabrese, nuevamente ella, pero esta vez desde otro lado, la dirección. Su labor es integradora, si bien cada movimiento está claramente planificado, es notorio que le brinda a cada integrante del elenco, la posibilidad de darle su impronta a los personajes y desarrollarse de manera imbricada con los mismos. Hace que todo funcione y el espectáculo atrape al espectador desde el inicio. Logra calidad y calidez.

Una obra emotiva, que presenta un sutil equilibrio entre el humor y el drama, que interpela a ver y pensar las cosas de una manera diferente, nos recuerda que no todos somos iguales y, aun así, debemos respetarnos y escucharnos, no prejuzgar. Nos muestra que todos tenemos limitaciones, que necesitamos de los otros y los demás de nosotros. Nos demuestra que siempre hay nuevos desafíos y podemos superarnos.

Un espectáculo que habla de poder y no poder, de confiar, creer y crecer. Una puesta bellísima e impactante con grandes actuaciones y un protagonista que es sin dudas una de las mayores revelaciones teatrales de los últimos tiempos.

 

Ficha:

Elenco
Iñaki Aldao (Christopher Boone)
Pablo Alarcón (Ed Boone)
Mela Lenoir (Judy)

La participación especial de: Adriana Aizennberg (Sra Alexander)

Con
Pablo Sultani
Marcos Rauch
Andrea Lovera
Manuel Victoria
Carla Calabrese
Sebastián Prada
Fernando Margenet
Geraldine Farhat
Mariano Caligaris

Dirección: Carla Calabrese