El conde

El conde

Ficha

  • Prensa:

    Netflix

 

Una sátira provocadora

El conde es, tal como lo dicen los afiches de presentación, una sátira dirigida por el chileno Pablo Larraín, quien supo consagrarse con películas como No o El club. Es una sátira, sí, pero es una sátira tan amarga y tétrica que puede resultar densa para una audiencia masiva, amén de que en sí la historia es algo tan específico que difícilmente despierte mucho interés; por otra parte, es una historia tan llena de fantasía que, en su afán por querer ser más fantástica de lo que ya es, acaba en el polo opuesto: el ridículo. Por momentos, la historia puede entretener, puede generar cierta tensión o curiosidad y, en pocas ocasiones, mover a risa, pero, durante gran parte de su duración y exageradamente cruda.

Una narración en inglés introduce y lleva la historia, que está ambientada en la época actual, pero con importantes flashbacks hacia otras épocas, como el siglo XX y el XVIII; el eje narrativo del film gira en torno al personaje del dictador chileno Augusto Pinochet, que, al parecer, es un vampiro de origen europeo que tiene más de 250 años de vida y, como tal, ejerce las actividades propias de un ser de su naturaleza: caza personas, come corazones y muerde a sus seres queridos para darles la inmortalidad. Aparentemente quiere morirse, pero no puede, y sus familiares no quieren que ello pase sin antes arreglar el asunto de la herencia. Por si fuera poco, a esto se le suma otro personaje ajeno a la familia: una monja que tiene como objetivo exorcizar al general Pinochet. Con una trama así, se desprenden dos posibilidades grandes: uno puede sentirse muy atraído por saber a dónde parará todo ello, o bien no saber cómo reaccionar ante lo absurdo de toda la historia y eventualmente perderle el interés.

En cuanto a los aspectos técnicos de la película, la decisión artística más precisa corresponde a la fotografía que, si bien es en blanco y negro, tira más hacia los negros que hacia los blancos. De hecho, a lo largo del film hay pocos momentos de blancos puros; podría decirse más bien que es una película en gris y negro, lo que resulta completamente en sintonía con la sordidez y frialdad de la historia.

La puesta en escena es limpia, correctamente elaborada según los géneros que maneja la película y totalmente eficaz en lo que propone. El director sabe hacer un muy buen uso de las locaciones, tanto interiores como exteriores. El casting, por su parte, está más que bien: por un lado, una sobria actuación por parte de Jaime Vadell, que interpreta al conde/vampiro/dictador y lo hace con elegancia y precisión.

Es menester, también, decir que las actuaciones del resto del equipo están bastante bien, destacando especialmente el trabajo de Paula Luchsinger, que interpreta a la monja; de Gloria Münchmeyer, que interpreta a la mujer de Pinochet; y de Alfredo Castro, que interpreta al curioso y extravagante mayordomo Forydor (que también es un vampiro).

Es, en suma, una película rara, ligeramente pretenciosa, original, imaginativa y bellamente fotografiada. Sin embargo, dada la peculiaridad de su historia y de la crudeza de muchas escenas, puede generar rechazo. Sólo podrá encantarles a las personas que tengan un sentido del humor igual de negro.

 

Ficha técnica:

Género: Sátira/Comedia negra/Fantasía

Director: Pablo Larraín

Elenco: Jaime Vadell

Alfredo Castro

Marcelo Alonso

Catalina Guerra

Stella Gonet

Paula Luchsinger

Amparo Noguera

Gloria Münchmeyer

Título Internacional: El conde

Duración: 110 minutos

 

Disponible en Netflix

Categorías: Reseñas de cine

Escribe un comentario

Only registered users can comment.