Donde comen dos…

El microteatro tiene una dinámica específica muy dinámica; requiere contar mucho y resolver en un tiempo muy breve.

Chata logra introducirnos plenamente en situación apenas cruzamos la puerta: una señora grande está al teléfono, muy contenta, hablando a viva voz palabras inesperadas. Es que ella no está dispuesta a renunciar a los placeres de la vida por ser mayor y se las ha ingeniado, mediante un plan finamente llevado a cabo, para tener por cuidador a un sexy y `servicial´ enfermero. Y no hablamos de charla amena y lectura por las tardes, sino más bien de vermouth y lencería. Todo viene a pedir de boca pero una visita cambiará el devenir de su idea.

La obra escrita por Fabián Saad es muy graciosa y raya con lo desopilante. Desde el origen, se mete con un tema de quiebre: el deseo. Más si el deseo es femenino y especialmente,  el de una adulta mayor, a quienes solemos encasillar fácilmente en el puesto de abuela y las jubilamos para cualquier pretensión humana.

Cristina Maresca interpreta con mucha picardía a esta señora que, vestida para matar, derrama al teléfono las expresiones más indecorosas en complicidad con Jorge Noguera, el enfermero dispuesto, cuya sensualidad exagerada despierta risas y suspiros por igual. La química entre ellos alimenta el juego creciente. Se sumará luego Mariana Bruno, que con su presencia, su sonrisa y sus largas piernas aportará un quiebre en los planes originales.

Mike Amigorena, como el actor impresionante que es, suele brindar interpretaciones que exceden la norma buscando siempre el borde. Aquí, como director, esa impronta se percibe en la atmósfera que se crea, un algo ‘cachondo’;  las miradas intensas al público, y en el espacio posterior, donde una cortina traslúcida muestra lo que otros reservan. Una propuesta atípica y divertida para pasarla bien.

Ficha

Dirección: Mike Amigorena
Actúan: Mariana Bruno, Cristina Maresca y Jorge Noguera