Chano lanzó su carrera solista ante un Luna repleto

Chano es el héroe pop porteño que, encendido con el mismo fuego sagrado de la masividad de los grandes escenarios y los flashes mediáticos, ofrece al enjambre hormonal y familiar que lo contempla el testimonio de un treinteañero que transita los intrincados laberintos de la fama y el ardor del otro fuego: el de la hoguera de los puristas.

A Chano le importa su público, no solo porque sentidamente le agradece en forma permanente, sino porque el espectáculo que brindó ante un Luna Park completo significó un lanzamiento oficial de su etapa solista que, por lo visto, no ahorrará en espectacularidad, himnos del espanto y cierta teatralidad. Chano hizo gala de la profesionalidad en el Palacio de los Deportes de Buenos Aires, en el sentido de que hubo intervenciones en el medio de las canciones que jugaron con la intertextualidad de momentos de su vida público-privada (en “Loca” se lo llevaron unos enfermeros”; en “Claramente” una rubia estereotipo asistió a su deshojada de margarita) y de que cada momento del show parecía perfectamente cronometrado: hora y media de intensidad y a casa, con puesta escénica, de luces y vestuario verdaderamente planificadas y cambiantes. Chano apostó a la sorpresa con versiones nuevas, la sorpresa de la presencia de su hermano Bambi y una versión coral de “La betia pop” de los Redondos.

Las melodías te pueden gustar más o te pueden gustar menos. El sonido y los arreglos, lo mismo (aunque efectivamente por momentos lo desentonado es notorio). Las letras, otro tanto. Pero lo que forma parte del terreno de lo innegable es el ímpetu del artista. Chano Moreno Charpentier realmente está comprometido en hacer cada día mejores canciones que salgan de su corazón. Eso se nota, las expresiones, las inflexiones vocales, sus bailes espásticos y esa relación tan particular con el piberío biónico lo demuestran.

Esta vez Chano no la chocó: la rompió toda.