Soldado de chocolate

Soldado de chocolate

Ficha

  • Datos de funciones:

    Funciones: viernes a las 20:30 hs. en el teatro Corrientes Azul. Av. Corrientes 5965

  • Prensa:

    RSVP: Alfredo Monserrat

 

Pensar más allá

Tratar una obra ambientada en la guerra serbo-búlgara como “El soldado de chocolate” en la actualidad argentina es pensar más allá de los límites contextuales de nuestra sociedad. Es tratar de salir de las políticas y conflictos locales para adentrarse en un mundo ajeno, en una problemática que, a causa de su no tan ponderada fama, ha caído en el olvido de la mayor parte de las memorias. El salir del espacio de confort e inmiscuirse en un conflicto que hoy en día parece tan lejano, conlleva a pensar más allá de los límites autoimpuestos sociales. Esto mismo será apoyado por una especial puesta en escena de Hugo Álvarez.

El “pensar más allá” a la hora de la elección de la obra se trasladó a la concepción del espacio.  Rara vez el diseño de luces –por cierto, más que original- de Miguel Solowej se constituía por una luz de ambiente a partir de la cual se desenvolvían los personajes. Por el contrario, este rico armado de puesta de luces, en el cual convivían tonalidades frías y cálidas, volvía presente el fuera de campo, le otorgaba cierto protagonismo a lo que no veía el espectador con sus ojos. Una técnica cinematográfica se hizo presente en el teatro. Luces provenientes de lugares anómalos, se disfrazaban de luces enfocadas que parecían provenir de ranuras en las puertas; o también se podía apreciar en las primeras acciones de la obra cómo la habitación superior recibía un baño de luz lunar.

Otro punto que reforzaba esta idea era la manera en que los actores se desenvolvían. A través de una sofisticada escenografía en la que cada elemento dispuesto tenía una función elemental en el desarrollo de la curva dramática, los gritos de Katerina (Diana Santini) hacían presentes en un principio a la servidumbre (Luz Moyano y Néstor Navarria), para que luego, al adentrarse en la historia, surgiese siempre en el espectador la sospecha de que el servicio doméstico de la casa estuviese escuchando detrás de las cortinas. Un cuadro de Serguei (Lisandro Berenguer) lo volvió presente a este personaje -fruto de la fascinación de su suegra, pero detestado por su amada- pese a su ausencia física en la primera parte de la historia.

Sin embargo, son dos las actuaciones que se llevan todas las miradas. Por un lado, Jorge García Marino interpreta un soberbio papel como Petkof, un anciano tan embelesado por la guerra que ha olvidado la felicidad de su hija. Por el otro, Luz Moyano lleva adelante un papel más que interesante como Louka. Es este el personaje a través del cual pasa todo en la historia, claro reflejo de la doble moral de las clases altas que desprecian públicamente a la servidumbre para después aprovecharse de ellas en la soledad. No obstante, lo magnífico de este personaje, que claramente marca qué fue lo que diferenció a Shaw de sus contemporáneos, es su no conformismo con su situación actual y el anhelo de libertad en medio de una guerra que lo que menos concede es el derecho a ser libre. La lucha de una mujer por este derecho es tal vez lo que le ha llamado la atención a Hugo Álvarez para tratar esta historia, y donde podría establecerse un lazo entre “El soldado de chocolate” y la actualidad. Todo tiene un cuándo y un por qué.

Ficha:

Con puesta en escena y dirección de Hugo Alvarez. Asistente de dirección: Jorgelina Giussi.

Con: Maria Viau,Diana Santini, Luz Moyano, Marcelo Sein, Nestor Navarria, Jorge Garcia Marino y Lisandro Berenguer.

Categorías: Reseñas

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