Esa mujer llamada Marilyn

Allí esta ella, postrada ante nosotros. LA Marilyn Monroe (a través de Carolina Fassa) está echada en un lecho blanco como su vestido. Pétalos de igual tono adornan ese espacio entre un plano terrenal y uno superior. Al son de una de sus canciones y en impecable voz de jazz, comienza la deconstrucción de éste ícono pop titulada Nadie es tan rubia, obra de Guillermo Difilippo con la dirección de Zaida Mazzitelli.

Con esta reducida pero significativa puesta (compuesta por Cecilia Giovanini) y sumado a una efectiva iluminación (crédito a Claudio de Bianco y Agustín Intile Noble), la protagonista nos ubica en ese instante antes de partir, para repasar su vida a través de anécdotas. Antiguos amantes, fotografías, accesorios de belleza, todo disparan la memoria de esta muchacha devenida en símbolo. Con un texto cuidadosamente escrito y exquisitamente interpretado, el racconto de la vida de la artista pone al descubierto las luces y sombras del personaje y, sobre todo, de la mujer que fue Marilyn Monroe.

Tanto para los exégetas de la figura como quienes reconocemos el indudable hito cultural a la vez que ignoramos la verdad historia subyacente, la pieza complace a una platea cómplice de aquella mujer relegada a ser un mero objeto de deseo. Nos convierte en ese público auténtico que siempre deseó la actriz, aquel que entiende sus batallas en un mundo configurado a la sazón de la guerra fría y la cuestión de género reinante. Es en ese contexto en el que ella escaló hasta al éxito no sin hostilidad y resistencia, en el que trató de conciliar su relación con un mundo al cual quería redimir y así redimirse a ella mismo en ese proceso. Una auténtica reinterpretación de aquella gran mujer a la luz de los valores de hoy, una joyita perdida en el corazón de Almagro.

Ficha:

Actriz: Carolina Fassa
Autor: Guillermo Difilippo
Asistente de dirección: Luna Cortés – Flavio Marco