Bufarra

Bufarra

Ficha

  • Datos de funciones:

    Funciones: Domingos 20.30 hs.
    Espacio Polonia
    Fitz Roy 1477

  • Prensa:

    Prensa: Correydile

 

Aquel espacio gris entre la sospecha y la verdad

Vicente es, básicamente, lo que se dice un tipo común.  Habitante de la aledaña Podestá y con un cargo medio alto en una corporación, su único deseo de placer para la noche a la que estamos invitados es la de compartir un asado con su familia y su amigo Silvio. Pero un halo de sospecha recubre a su amistad de la infancia, una acusación tajante: bufarra. La obra homónima de Eugenio Soto se encarga de transformar ésta escena en una vertiginosa tragicomedia a cuya mesa fuimos invitados.

La metáfora parrillera no es menor, siendo que el espectador, de estar más cerca, sería un chorizo testigo en el asador, pero está sentado en pleno jardín de hogar bonaerense, al borde de su asiento de la grada. Es que no es Vicente quien pone en duda a su amigo, se trata más bien de Susana, mujer del primero, angustiada por la sola presencia de un ex presidario en libertad por el beneficio de la duda sobre su pederastia.  Claro, Silvio no ayuda: personaje patético, otrora actor de moderado éxito cuya carrera se precipita como la de cualquier pobre diablo que cumple sentencia en una cárcel de Gran Buenos Aires. Lamentablemente, como la complejidad misma de la realidad, Susana no está libre de culpas, recae en ella una sospecha de infidelidad, alentada por un apagado trato con su marido y un carnicero caricaturesco que pulula por la escena. Corona esta intrépida formación el joven Ángel, niño impoluto y catecúmeno, adoptado por el matrimonio a través de una maternidad histérica de un padre deseoso y una madre poco maternal, que, a su vez, presenta ciertos clichés de niño acosado y confundido.

Desde el detalle del diálogo hasta la composición actoral al lujo del detalle del elenco, asistimos como espectadores a un angustioso momento de incertidumbre de los protagonistas, con clímax inesperados o vaticinados mas no cumplidos. Las emociones de la platea se ponen en juego cuando tratamos de dar crédito o no las acusaciones cruzadas, a las sospechas rancias, a nuestra reflexión que se pretende empática. Mas nada es lo que parece y no hay caminos obvios en los giros de la trama, que nos ayudan a no atragantarnos con las amargas crudas de la situación mediante un humor espirituoso, producto de un diálogo cuidado que sabe preservar los tonos dramáticos de la pieza.

Bufarra es tan real, sugestiva y cruda como el asado que se cuece en plena función. Un ineludible momento teatral para un espectador ávido de entrenamiento que conserva la gracia del teatro clásico con las virtudes del realismo narrativo y mecanismos ingeniosos de nuestro inigualable off porteño.

 

 

Categorías: Reseñas

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