Una vida en otra parte

Una vida en otra parte

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Habitar en la mirada del otro

Algunas historias de vida acompañan a sus protagonistas a cada momento, aún cuando la persona no hace mención alguna de ella. Se ve en sus sonrisas, sus decisiones, sus actos, cualquier detalle transpirado de la experiencia. Lucrecia, orgullosa de la propia trayectoria, decide compartir la suya con la Primi, una inocente y amigable hija de una de sus amigas/clientas, a propósito de un hecho tan fortuito como una frase hecha que la remite a su historia. Mientras las amigas preparan la ensalada, de la boca de Lucrecia evocan recuerdos vividos que configuran Una vida en otra parte, un potente drama de Sebastián Suñé y dirección de Rodrigo Rivero.

La sala describe tres espacios y temporalidades diferentes: los ochenta y los noventa/principios de los dos mil. Al fondo, Lucrecia y Primi dialogan en un tiempo más presente mientras preparan una ensalada de frutas. Al frente, una versión adolescente de Lucrecia se encuentra con Muni, su hermano que abandonó sus pagos para buscar una mejor vida en la capital, lejos de los prejuicios de un pueblo chico y vivir con su nueva pareja, Arnaldo. Pasado y presente se escrutan constantemente, casi sin salir de escena, como si la obra transcurriera en las miradas de los personajes sobre sus versiones pasadas y futuras.

La puesta requiere entonces de saltos temporales que se observan mutuamente, una interesa apuesta de dirección. La misma se demuestra efectiva a través de un preciso diseño de escena que pone al centro a Lucrecia y a Primi, y deja a la joven Lucre, Muni y Arnaldo explayarse sobre el relato de la protagonista reponiendo para el espectador fragmentos del relato. El juego de luces de le da fluidez a los saltos temporales a la vez que resalta las miradas y gestos de los protagonistas y quienes toman el turno de observar la escena, interactuando discretamente con ella. Por último, la cuidada selección de mobiliario como teléfonos de época, sillones, revistas, posters, y demás elementos cuidadosamente colocados en la escena permite a los actores y actrices no tener que acomodar a cada rato la escenografía para cambiar el espacio narrativo.

De la mano de la puesta y a la vez, como clara intención de dirección, la obra tiene un componente sensorial curioso e interesante de la mano del olfato. Entre las frutas de la ensalada que preparan Primi y Lucrecia y los productos de estética propios de la profesión del Muni, el estilismo, la platea se ve inmersa en esta historia íntima, la de dos hermanos separados injustamente por la tragedia y la desidia familiar. No está demás decir que dicha intimidad sería imposible sino fuera por el talentosísimo elenco, que le imprime verdad y emoción a cada texto. No es sorpresa entonces escuchar entre las gradas pequeños sollozos y suspiros, propios de un relato que alterna dulzura y crudeza con mucho tino, sostenido por excelentes intérpretes.

La vida en otra parte es, sin lugar a duda, una conmovedora obra sobre la mirada propia y ajena, el dolor y la felicidad. Demuestra con sencillez e inteligencia que la felicidad es una batalla cotidiana, y que el dolor es inevitable, pero quienes logran transformarlo en empatía consiguen una felicidad y empatía (entendida como la capacidad de proyectar la mirada en el otro) que brilla en aquellos valientes que supieron dar pelea a la tragedia. Tamaña hazaña sería imposible sin un brillante guion, una precisa dirección, y actores y actrices con capacidad para conmover.

Ficha:

Intérpretes: Lalo Moro, Eloy Rossen/Franco Acheme, Lara Singer, Viviana Suraniti, María Lourdes Varela

Director: Rodrigo Rivero

Género: Drama

Categorías: Reseñas

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