En primera persona

Juan Diego Botto, es un actor argentino, cuya familia migró a España cuando él tenía 2 años, allí creció y reside hasta el día de hoy. Su papá, Diego Fernando Botto, también fue actor y desapareció durante la dictadura.

Pero la vida tiene sus vueltas y los seres humanos se refugian en lugares que a veces le llegan sin pensar o sin ser consciente de los lazos, otras veces estos son intencionales y vaya a saber cuál será el motivo en este caso, pero Juan Diego hace años representa a Lorca… alguien que sin dudas esté donde esté, sabe muy bien que son las desapariciones y los asesinatos en nombre de alguien más… generalmente de un Aparato Ideológico. Para entrar más en el tema, será mejor centrarse en este maravilloso homenaje al andaluz.

El enorme escenario tiene otro enorme escenario sobre él, que lo abarca casi todo, dónde el protagonista se sienta y camina, bajo las luces tenues que acompañan.

Ataviado con un conjunto de pantalón, chaleco y camisa en tonos marrones (después irá haciendo algunos cambios), pelo engominado y una soltura que hace difícil creer que esté hablando el personaje y no el actor, el protagonista comenzará a repasar la última época del poeta y dramaturgo originario de Fuente Vaqueros.

Es casi una redundancia decir que un elemento central en la obra de Federico es la luna y su falta pues… algo significará.

Es así, como con energía y un desenvolvimiento escénico que deja absorta a la platea, Botto toma la obra, charlas, conferencias y entrevistas del homenajeado, crea una línea temporal y hace que el mismo Lorca cuente hoy, que pasó aquellos días, es como si tomara toda la información que tiene sobre sí mismo, incluso después de ser acribillado e hiciera una revisión con una nueva mirada, con la resignación, bronca, amor y aceptación que brindan el paso del tiempo.

La historia avanza, el escenario superpuesto va mutando y Juan Diego de pronto se convierte en otros personajes, crea debates entre estos y Federico, entrando y saliendo de cada uno con una claridad que pareciera multiplicarse ante los ojos de quienes lo miran de cerca y en silencio.

De los innumerables homenajes a Federico, este es diferente, se despega, presenta una mirada distinta, hechos que no son los más frecuentes de ser contados, la forma de transmitirlos es innovadora y la interpretación es asombrosa.

Un espectáculo que dista mucho del recitado y la cita de un poema tras otro, en lugar de eso cuenta y pareciera tejer la trama de esta historia ante los ojos del público gracias a la versatilidad del protagonista, que usa todas sus herramientas para mantener al espectador en vilo. Y así como pasa del traje al overol, también fluctúa entre el amor, la sexualidad, el arte y la política entre otras tantas cosas.

Un espectáculo que hace años rueda por España y si bien tiene un par de detalles que pueden llevar a pensar que está hecho para ser sentido en ese país, con conocer un poco del autor de la trilogía trágica que sino es la más versionada de la historia, le pega en el palo, es suficiente, alcanza para que las palabras impregnen  la piel y se esparzan por el cuerpo.

Una puesta que no se queda en la lágrima atravesada en la garganta, sino que también tiene humor, música, es ágil y recorre todos los climas, apoyándose en el diseño lumínico que aporta calidez, momentos íntimos y otros completamente para afuera, pasando de los tonos cálidos a los blancos.

Un espectáculo maravilloso y conmovedor, con una realización impecable, una dirección acertada y puntillosa, coronando con un intérprete magnético que  recorre el escenario, se mueve por los pasillos, hace y se mueve sin parar en los 105 minutos de acción.

Lorca es el centro de muchos espectáculos, pero este… este está iluminado por la luna.

 

Ficha:

JUAN DIEGO BOTTO (España)

Sobre textos de Federico García Lorca

 

DIRECCIÓN SERGIO PERIS-MENCHETA