No soy un robot (haga click en confirmar)

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Ficha

  • Datos de funciones:

    Info en nuestra cartelera

  • Prensa:

    Valeria Franchi

 

Inteligencia emocional

En tiempos actuales donde la tecnología va a pasos agigantados y se espera una máxima velocidad de internet, las emociones se vuelven lentas o no encuentran la red para conectar con “el otro”. Este es el tema principal que trae a escena este espectáculo, con un aire juvenil y muy contemporáneo, desde una trama sencilla cuenta una noche de tres jóvenes que parecieran haber perdido el GPS de sus vidas. Los protagonistas son Mashi y Jazmín, dos amigas que se disponen a disfrutar de la noche porteña, y en otro punto de la ciudad, Dionisio que se halla en su casa trabajando para una aplicación virtual, simulando ser la voz de una máquina, atiende el llamado de las chicas y, desde ese entonces, nada será igual.

Para navegar por la trama, la puesta en escena incorpora el uso compulsivo de diversos dispositivos tecnológicos que mediatizan los vínculos sociales generando cierta desconexión entre los personajes. Por ejemplo, se observa que los destellantes celulares que usan, que sin pretender ser aparatos futuristas condicionan los movimientos humanos al punto de mecanizarlos. A partir de esta decisión estética de incorporar hasta lo más nuevo del lenguaje tecnológico, la representación produce un metalenguaje cuando se visualiza en una pantalla un chat GPT, donde la inteligencia artificial reflexiona sobre las diferencias con el ser humano, su capacidad de sentir y de disfrutar de una experiencia estética. Este chat se abre cual ventana como guiño a la generación multitasking, además, de fantasear con las posibilidades teatrales que conlleva este recurso técnico.

Continuando con la disposición escénica, esta se divide claramente en dos espacios en simultáneo, separados y limitados por la luz y sus muebles, por un lado, la casa de Mashi, por el otro la casa  y lugar de trabajo de Dionisio. Una escenografía prolija y de estética moderna que queda fija a medida que se desarrolla la trama, decisión que por momentos causa un desbalance en el espacio de representación. Sin embargo, se aprovecha el centro del escenario con transiciones musicales donde cada personaje habita momentos privados siendo la música un canal de liberación.

Al comenzar, la historia demora en encontrar el timing en las acciones, tal vez, por cierto tono monocorde y algunas marcas coreográficas se vuelven evidentes y no llegan a ser verosímiles dentro  del mundo de ficción planteado. Luego, el argumento sigue un camino más existencialista y las interpretaciones se enriquecen mediante las contradicciones de estos jóvenes personajes. En este sentido, la gracia de Natasha Zaiat (Mashi) levanta la acción dramática y logra sacarle el jugo a las circunstancias por las que atraviesa su personaje, una chica adorable a la que nada le funciona pero esa noche decide arriesgarse a ser escuchada. Tomás Landa (Dionisio) cumple con su rol de alguien desganado por la soledad, abatido por un trabajo precarizado, y su desconcierto consigue varios momentos de humor desde el vínculo que entabla con ambas amigas.

No soy un robot (Haga clic en confirmar) se presenta con un título llamativo, una ingeniosa idea y recursos ocurrentes, seguramente con el transcurrir de las funciones el elenco logre afianzarse para potenciar el producto teatral que tienen entre manos, una obra inteligente que reflexiona sobre las emociones.

 

Ficha

Actúan: Natasha Zaiat, Lucia Sola, Tomás Landa

Dirección: Gabino Torlaschi

Género: Comedia dramática

Categorías: Reseñas

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