La omisión de la familia Coleman

La omisión de la familia Coleman

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Veinte años no es nada

¿Cuándo una obra se transforma en clásico? ¿qué es lo que explica que una obra de teatro que pone en escena a algo tan simple como los conflictos de una familia, lleve tantas temporadas ininterrumpidas en cartel, no solamente en teatros de Buenos Aires, sino en diferentes lugares del mundo?.  Quizás sean esas particularidades de esta familia disfuncional en la cual varios de sus miembros actúan de una manera fuera de lo común lo que atraiga al público. Quizás sea que por esas particularidades los roles tradicionales, como el de la madre y los hijos, se ven alterados y hace que se relacionen de una forma diferente a la esperada, generando más de una situación de tono humorístico. Quizás sea que los espectadores al tomar cierta distancia con lo que sucede en escena pueden reflexionar sobre sus propios conflictos y dramas familiares, encontrando en lo particular cierto tinte de universal, porque en el fondo todos sienten las mismas emociones.

El caso es que “La omisión de la familia Coleman” se ha convertido prácticamente en un clásico de la escena de los últimos tiempos. Un imperdible que hasta es tomado como material de estudio en clases de actuación y otras ramas del arte escénico, como la dramaturgia.

Tanto por lo innovador del tratamiento del texto, como por sus personajes y los complejos vínculos existentes entre ellos. Como también por sus actuaciones que con gran naturalidad acercan a los espectadores a estos personajes tan fuera de lo común. Este es el caso de lo que ocurre con Miriam Odorico que hace de una madre tan distinta a la mayoría de las madres; o el caso de Inda Lavalle (que hace de Verónica, la hija que pertenece a esta familia, pero nunca vivió en la casa con su madre) quien lleva el mayor peso de evolución dramática pasando por diferentes momentos, generando diferentes matices de emociones; o el caso de Marito (Fernando Sala) que compone a este hijo que parece tener algún trastorno severo de la personalidad que lo hace decir lo primero que se le cruza por la cabeza con toda impunidad y hasta actuar en consecuencia, sin inmutarse, lo que produce en los espectadores una efecto cómico inmediato y muy certero. Pero sin dudas el personaje más entrañable es el de la abuela (Cristina Maresca) quien lleva las riendas de esta familia.

Con una escenografía hiper realista, teniendo en cuenta hasta el más mínimo detalle de esta casa de familia, la obra podría llegar a pasar desapercibida como otra “obra de sillón” en el living pero sin embargo, por las particularidades del texto, los personajes y sus actuaciones, dista mucho de ser una obra común y corriente. Por eso es resistente al tiempo y está hace veinte temporadas en escena.

 

Actúan: Cristina Maresca (Abuela), Miriam Odorico (Memé), Inda Lavalle (Verónica), Fernando Sala (Marito), Natalia Villar (Gabi), Gonzalo Ruiz (Damián), José Frezzini (Hernán), Jorge Castaño (Médico)

Asistencia de dirección: Macarena Trigo

Diseño de luces: Ricardo Sica

Fotografía: Giampaolo Samà

Comunicación y prensa: Mutuverría PR

Producción: Teatro Timbre 4 | Maxime Seugé y Jonathan Zak

Libro y dirección: Claudio Tolcachir

Duración: 90 minutos

Género: Comedia dramática

Categorías: Reseñas

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