La mujer del vestido verde

La mujer del vestido verde

Ficha

  • Datos de funciones:

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  • Prensa:

    T. Pashkus agencia

 

En el taller

Una tela enganchada en una punta o algo que sobresale. Esa es la sensación: algo fue perturbado para siempre. Ya no está intacto, nuevo, terzo. El comienzo inevitable e inminente de descomposición, de deshilachamiento.

No siempre se recuerda que la palabra “trama” tiene origen textil. Es un entrecruce de hilos. Un relato, una organización, son caminos zurcidos. La mujer del vestido verde es bien consciente de esta etimología.

Trata de una tragedia urdida en trama. Dalia Elnecavé personifica a una modista, en su taller, congelada en un pendiente: el encargo del vestido de bodas para una caderona. Se queda trabada en recuerdos que asoman entremezclados, ruidos dolorosos que la interrumpen, cosas que se pierden, algunas aparecen pero incompletas. Por ejemplo, la canción con la que la caderona pensaba salir a la fiesta.

La escena pensada por Gloria Carrá es un no-espacio en el que un cuerpo está siempre atascado en una acción en el pasado. “Se habla para no apagarse.” dice su sinopsis. La voz intercala su descomposición corporal (en vez de composición) con la anécdota, con la gestualidad cercana del costumbrismo. Lo coloquial sostiene el tiempo de la obra, se vuelve un escape, un alivio necesario al dolor. Se acude al humor con descaro.

Hay una novela histórica que cuenta como Candido, un optimista, mantiene su gracia a pesar de todo. La mujer del vestido verde es una desgraciada pero no se termina de desvelar el por qué hasta el final. Ella es católica, pero coquetea con un judío casado, dueño de una sedería. Una vez más, sus hilos se entrecruzan por una tejedora más allá de lo humano.

Heredera de Santiago Loza, y de su Nada del amor me produce envidia, el texto de Jorgelina Aruzzi es, por momentos, filoso y singular. Cuando introduce inesperadamente a la historia de la prima, por ejemplo. Quizás, tiene algún dejo de pensamiento televisivo, cuando parece algo preocupado a que los golpes bajos se maticen redondeando su filo, en vez de dejarlos punzar y que respire la herida.

El teatro independiente es el refugio del actor que quiere investigar, que quiere soltarse las amarras de la industria y de los deseos y voluntades de otros (productores, directores, o simplemente, las tendencias del mercado). Hay una frase que dice: “La televisión es de los publicistas, el cine de los directores. El teatro es, siempre, de los actores.” En este caso, por supuesto, de estas tres actrices. Que ofrecen una obra íntima y duradera.

Ficha

Elenco: Dalia Elnecavé

Dirección: Gloria Carrá

Género: Unipersonal

Categorías: Reseñas

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