La boda de Fanny Fanaroff
Ficha
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Datos de funciones:
Funciones:sábados a las 22hs Teatro: El excéntrico de la 18.Dirección: Lerma 420 Entradas: $250.
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Prensa:
Prensa: Simkin&Franco
La confianza en el compañero
Cuando uno piensa en una obra como “La boda de Fanny Fonaroff”, que consiste en la desenvoltura de nueve personajes sobre el escenario, uno imagina que habrá un gran movimiento entre el escenario y los bastidores. Sin embargo, la obra de Roxana Berco es única en este sentido. Un escenario compuesto por un mobiliario multiuso que hace las veces de barca, tranquera y hasta incluso una especie de marco ceremonial, es solamente un indicio de la increíble movilidad y adaptaciones que tendrán los actores a lo largo de la obra.
Un elenco unido en el que los actores se tengan una confianza absoluta es clave para el desarrollo de una obra como esta, en la que los nueve personajes no salen nunca del escenario. Inclusive cuando están fuera de escena, mantienen su personaje, por momentos anticipando lo que vendrá, y en otras ocasiones, profundizando sus rasgos distintivos.
Este sólido elenco, encabezado por un sobrio Maximiliano Frydman, pasa por múltiple situaciones y escenarios no sin la ayuda de Mariano Scheneier, quien al costado del escenario ambienta la historia, aumentando su intensidad y los efectos que produce en el espectador, anticipándose tanto a un choque de fuerzas como a un beso apasionado.
La fragmentación del relato no atraviesa solamente la poética realista –ambientada en Entre Ríos durante la primera presidencia de Yrigoyen y contemporánea a los sucesos de la Patagonia Rebelde- sino también a las distintas maneras de ver el mundo de cada personaje. Esta cosmovisión es el puntapié inicial y clave para cada conflicto entre ellos. Una niña soñadora que desea el amor de un joven preocupado por los sucesos en el Sur del país convive en esta historia con un anciano que huyó con sus nietos de Odesza y todavía sufre las consecuencias. Sin embargo, el cruce más interesante se da entre los personajes de Ezequiel Siddig, el idealista concernido por las opresiones hacia los obreros, y el de Leopoldo Davis, un criollo fascista que ve en la Liga Patriótica su oportunidad para ejercer castigo a los rebeldes obreros. Un fuerte enfrentamiento con el que se pueden delinear algunas similitudes contemporáneas les impiden a estos dos personajes sentirse realizados. “Y qué tiene de malo?” podríamos preguntarnos, ya que el único personaje que parece cumplir sin culpa su objetivo sufre la peor de las consecuencias, siendo Fanny alcanzada por la muerte en su estado de mayor felicidad.
Característico de esta obra es el juego corporal entre los actores que ha logrado Berco. Nunca quietos, nunca solos. Si no tienen nada que aportar en ese momento a la historia, se concentran en no salir del personaje, hacen caso omiso de lo que sus personajes no saben, y, por sobre todas las cosas confían sus cuerpos al otro. Movimientos extravagantes (como la forma en que se nos presentan Rufino y Alberto) hasta sensuales conversaciones debajo de una mesa o tirados sobre una barca, el elenco ha logrado una química envidiable y una confianza entre ellos que deja en evidencia lo que se puede lograr cuando todos los actores actúan como uno sólo.
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