El porvenir

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Palacio Libertad
Vínculos y resistencias
Los lazos se tensan, se resisten y, a veces, se reconstruyen en medio de los conflictos. En tiempos donde el individualismo parece imponerse como norma, son muchos los vínculos que se tejen —muchas veces a pesar de todo— en contextos de amenaza y desarraigo. Frente a estas adversidades, lo que en principio aparece como una suma de soledades se convierte, poco a poco, en una red de resistencias afectivas. La necesidad compartida puede habilitar el encuentro, el cuidado mutuo y la transformación. Porque a veces, lo que une no es el amor romántico ni la amistad preexistente, sino la urgencia de resistir colectivamente ante lo que desgarra.
El Porvenir ofrece una experiencia escénica que transita con naturalidad entre la comedia dramática y el teatro musical, de la mano de una producción original gestada por Valeria Ambrosio, con dirección y dramaturgia de Gastón Marioni. El espectáculo cuenta con música original compuesta e interpretada en vivo por el excelso maestro Hernán Matorra, acompañado por Mariana Levitin, lo cual le otorga al relato una atmósfera sensible y distintiva. La música en vivo brinda un marco conmovedor y único.
La trama se centra en cuatro personajes que comparten un viejo PH porteño y encarnan distintas generaciones: una mujer de 80 años (encargada del consorcio, interpretada con ternura y oficio por María Rosa Fugazot), un hombre de 60 (Miguel Habud, en un papel que bordea con solvencia lo grotesco y lo trágico), una mujer de 40 (Mariú Fernández, notable tanto en lo actoral como en lo vocal) y un joven de 20 (Alejo Caride, carismático e irreverente). Cada uno carga con su soledad, sus modos de vincularse con el mundo y sus frustraciones. El anuncio de una expropiación inminente —debido a la construcción de una bajada de autopista en la calle El Porvenir— obliga a estos individuos aislados a convivir, tomar decisiones colectivas y (re)descubrir la potencia de lo común.
La obra sitúa a sus personajes en esta situación de conflicto social: la inminente pérdida de sus hogares debido a una decisión estatal que prioriza el avance urbano por sobre las historias de vida. La obra reúne a cuatro personajes de distintas generaciones en un mismo espacio físico y simbólico, y pone en escena no solo sus diferencias de edad, sino sus modos disímiles de habitar el mundo. La brecha generacional —representada con agudeza y sin caricaturas— se vuelve fuente de incomprensiones, choques de valores y miradas que parecen irreconciliables. Sin embargo, lo que podría derivar en una mera exposición de desencuentros se convierte en una apuesta por el encuentro posible: en la medida en que estos personajes se animan a dialogar, a escuchar sin juzgar, a mirar más allá de sus propias certezas, comienzan a tejer una forma de convivencia que trasciende lo impuesto por la urgencia. Así, en medio de la amenaza de desalojo, emerge una red de resistencias afectivas que no desconoce las diferencias, pero apuesta a la construcción común.
La escenografía, diseñada por Juan Camargo, se destaca por su sencillez funcional: cuatro puertas móviles delimitan el espacio escénico, mientras que estructuras centrales cumplen doble función como separadores y bancos. Algunos elementos mínimos de mobiliario completan los hogares de estos personajes sin saturar la escena. Esta decisión estética permite que la atención se mantenga en los vínculos, los diálogos y los desplazamientos.
Las canciones, si bien bien interpretadas y resueltas con soltura por el elenco —en especial por Mariú Fernández y Alejo Caride—, por momentos parecen ralentizar el pulso narrativo, interrumpiendo la tensión dramática en instancias que podrían sostenerse sin intervención musical. Aun así, la organicidad con que se insertan en las escenas evita que resulten forzadas.
La dirección de Gastón Marioni se manifiesta sólida y sensible, con un manejo eficaz del ritmo escénico y un trabajo actoral afinado que potencia la solidez artística de los cuatro intérpretes. Cada escena fluye con naturalidad y logra sostener el equilibrio entre momentos de humor, tensión y ternura. Marioni construye una dinámica escénica que permite a cada personaje desplegar su mundo interior, sin caer en estereotipos ni simplificaciones. Su mirada atenta se traduce en una puesta donde el gesto mínimo tiene peso, donde el silencio dice tanto como el diálogo, y donde la interacción entre los cuerpos en escena se vuelve clave para narrar los vínculos en juego. Se percibe, además, una decisión clara de priorizar la humanidad de los personajes por sobre cualquier espectacularidad. En ese sentido, la dirección no solo organiza la escena: también cuida, respeta y potencia a quienes la habitan.
El Porvenir logra hablar de temas complejos —la vejez, la soledad, la precarización laboral, el individualismo— con frescura, humor y emotividad, en un montaje que conmueve sin golpes bajos y que celebra el poder transformador de los vínculos humanos. En una época marcada por el aislamiento y la fragmentación, esta obra recuerda, con sensibilidad y belleza, que no siempre se elige a quienes acompañan en el camino, pero sí se puede elegir cómo habitar ese encuentro. Porque, a fin de cuentas, el porvenir no está solo en el destino, sino en la forma en que se construye junto a otros.
Ficha
Elenco: María Rosa Fugazot, Miguel Habud, Mariú Fernández y Alejo Caride
Libro y Dirección General: Gastón Marioni
Dirección musical: Hernán Matorra
Género: Comedia dramática. Teatro musical.
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