Después del ensayo

Después del ensayo

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Vistos, elegidos, reconocidos o aplaudidos.

Ingmar Bergman fue un director y guionista sueco que se destacó por películas como «El séptimo sello». En 1984 dirigió el film “Después del Ensayo” (Efter repetitionen). En él muestra los conflictos que tiene un viejo director de teatro con sus dos musas. Una es la madre de la otra y ambas han sido fundamentales en la vida profesional y emocional del director. Daniel Fanego trae esta historia a la escena teatral porteña.

La obra se desarrolla justamente en un antiguo teatro. A la izquierda, el escritorio del director. En el centro, una escalera y banqueta tapizada y a la derecha, otra que no lo está. Al fondo, un almacén de muebles y utilería correspondiente a otras obras. El espacio resulta ser  propicio para actuar y también para recordar ya que no es menor todo lo acontecido ahí. Es posible observar el cuidado en las decisiones que competen a la escenografía: la silla que acompaña al escritorio en una disposición que evidencia que alguien estaba sentado hace poco, el vaso de agua casi lleno o la  silla guardada que se toma durante el ensayo de “El Sueño”. La propuesta logra citar la película de Bergman y también un relato de  los mismos objetos.

Cada personaje se ve atravesado por cuestiones relacionadas al arte dramático y el tiempo. Vogler (Osmar Nuñez), el director,  por su envejecimiento y cómo la relación que ha construido con cada una de las actrices ha afectado, potenciado y truncado su vida.  Ana (Vanesa González) que es una  joven actriz empezando su carrera, se encuentra en pleno proceso de diálogo con sus herramientas y el propio cuerpo. A su vez, bastante maleable y deseosa por actuar y triunfar. Raquel (Silvina Sabater), viene un tanto de vuelta en la medida que el alcoholismo y el paso del tiempo le impiden ser esa mujer joven, despampanante e inspiradora que en algún momento para ella y Vogler lo fue.

Respecto a la iluminación, acompaña adecuadamente a los personajes y las emociones que transmiten pero destaca por una función pedagógica en la escena, es decir, contribuye con la comprensión del transcurso de las mismas.

Sobre el vestuario, los tres personajes llevan ropa contemporánea que se diferencia por el estilo y la paleta de colores. Vogler viste una camisa y pantalón colores marrones y beige. Raquel, a diferencia de la película, viste un pantalón rojo y pullover tejido color gris. Propuesta que parece más pertinente considerando el fondo negro del teatro. Finalmente, Ana viste de un rojo y naranja saturados. Las tonalidades hacen una referencia simbólica a la energía y el paso del tiempo.

Una obra muy interesante sobre todo para quienes se relacionan con la actuación en alguna de sus dimensiones. La puesta le propone al espectador preguntarse por el límite entre el trabajo y las relaciones afectivas. Además, plantea algunas reflexiones en torno al miedo a la muerte y a la idea misma de envejecer. También, aborda el proceso técnico-creativo que realiza un director y cómo los actores pueden o no dejarse acompañar. Finalmente, problematiza cómo ese deseo profundo de actuar se ve enfrentado, y muchas veces contrarrestado, con el temor a no ser: vistos, elegidos, reconocidos o aplaudidos.

Ficha:

Dirección: Daniel Fanego

Interpretes: Osmar Nuñez, Vanesa Gonzalez y Silvina Sabater

Categorías: Reseñas

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