Cajita feliz

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Consumo y vacío: el hit de los 90s.

Ubicado en medio de la ruta, en el restaurante de comida rápida “Cow show” trabajan tres mujeres. Gracias a la historia de cada una, la interacción entre ellas y los habitantes del pueblo, es posible observar un recorte de lo que fue el final de los años 90 ‘. La propuesta se caracteriza por una estética plástica y llena de colores saturados. Para quienes fueron pequeños en esa época o acompañaron infancias, resulta increíble cómo, con el tipo de escenografía (muebles), utilería (dispensadores, bandeja, etc.) y vestuario (uniforme, disfraces y vestimenta urbana) se logra evocar dicha época.

La dramaturgia logra que la obra, por momentos, se asemeje a una comedia gringa debido a tipo de humor y a ciertos arquetipos. Estos hacen que parezca predecible saber qué va a ocurrir con el desarrollo de cada personaje, aunque resulta una ilusión ya que finalmente nada es como creemos. En ese sentido la obra mezcla la porción de humor que invita al espectador a relajarse y disfrutar de la función como quien mira televisión. Gesto que parece muy propio de los ideales de esa época. La idea del desarrollo tecnológico, la importancia de lo aparente y el desapego a la construcción de un futuro ético y sustentable.

El consumo en sí y la forma en la que se llega al consumo son algunos de los tópicos que atraviesan la obra. El dueño de “Cow show” es un empresario que poco se involucra y sólo envía órdenes por el teléfono. Es por ello que la encargada del local (Martha Billorou), es quien realmente se encarga del teje y maneje del local. Ella a su vez, alienta a las otras dos chicas a que desempeñen las diferentes tareas y así poder cumplir sus sueños. Por una parte, la mesera (Florentina Messina), aspira a salir de aquel pueblo e irse a la ciudad y, por otra, la repartidora (Denise Vinker) ve todo como una oportunidad y está muy pendiente del desarrollo musical de la época y de pertenecer a eso. Además, es posible reconocer al chico que ha ido a desarrollar su vida económica y personal a la capital (Juan Pablo Burgos) y, finalmente, observar a un hombre del pueblo que se encuentra perdido y tiene problemas con el alcohol (Sergio Zanardi).

La obra genera momentos únicos. Gracias a la distribución del espacio y la propuesta de luces, invitan a que el espectador se sienta en medio de la ruta. Así también el soundtrack evoca recuerdos, sensaciones y texturas para quienes vivieron en esa época. Por último, la máquina de humo es otra de las protagonistas ya que el uso de esta vuelve la propuesta por momentos surrealista y es allí cuando aparece algo diferente e interesante.

Con una crítica sutil, en ocasiones sugerente e incluso alegórica. Cada personaje se ve interpelado y experimenta un momento de sosiego y reflexión. Con un vaivén entre el consumo (entendiendo este en el amplio espectro) y la pregunta por la existencia, estos personajes compartirán con los espectadores un viaje al pasado que traerá la ingenuidad de lo rápido, lo fácil, lo desechable de aquellos años. Abriendo así un espacio para cuestionar el vacío que dejó todo ello.

Ficha

Dramaturgia, Dirección y Producción: Cam Giraud y Paula Díaz Romero

Actúan: Martha Billorou, Juan Pablo Burgos, Florentina Messina, Denise Vinker, Sergio Zanardi

Categorías: Reseñas

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