Birdland

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Listo para volar
Una gira que lleva 15 meses está llegando a su final y ese cierre es muy movilizador. Pablo se transformó en Paul, es el frontman de esta exitosa banda de rock y ya no puede más con la vida que lleva.
Un escenario que impacta, más que por su contenido, por su forma, además de ser 360°, cuenta con dos niveles fijos y algunos más que van apareciendo esporádicamente. Un cubo de metal sin paredes, con parlantes que cumplen diversas funciones como una mesa, silla o incluso, la real. Como punto interesante, también se usa el techo y para completar, arriba a modo de particular cielo, se proyectan imágenes que se relacionan con cada momento y en ocasiones sirven de divisoras entre escenas, atrayendo la atención de los espectadores en los momentos que hay modificaciones abajo. Afuera algunos parlantes y cajones extra, más una mesita con vasos y whisky.
La puesta es sumamente dinámica, ya que junto a un excelente uso del espacio, el texto pide movimiento y lo tiene.
Paul es un rockstar conflictuado y muy complicado en sus relaciones, no tolera la mirada de su público, los excesos parte de su día a día y subirse a un escenario le resulta cada vez más difícil, tiene menos ganas. El único que lo entiende es Juani, su amigo de toda la vida y guitarrista de la banda; lo secunda, lo escucha y hace todo lo posible por bajarlo cuando es necesario.
El cantante se siente solo y le cuesta entablar una nueva amistad o tener una pareja, perdió la capacidad de incluir a otro en su realidad, pero eso no termina ahí… tampoco soporta que los demás si puedan relacionarse.
Unas fechas antes el fin de la gira, Juani invita a su novia, quien llega a Moscú luego del show y ahí todo se complica. Para terminar llega David, el manager que le da todos los gustos como a un niño caprichoso que hay que mantener contento.
Si bien estos son los personajes principales, van apareciendo otros cuya función es reforzar la conducta del protagonista y mostrar una y otra vez quién y cómo es él.
Un espectáculo intenso, que no da respiro, las luces que van y vienen, el recorrido constante y enérgico por todo el espacio, cargado de emotividad, que incluso interpela de manera directa al público, el aire se densifica y Ramiro Mendez Roy (Paul), se va cargando de esa energía y la suma a su personaje hasta el extremo. Quizá bajando un poco la intensidad la historia funcionaría igual, pero la construcción hace sentido contextualmente.
La dirección a cargo de Lisandro Fiks (Juani) y Lucio Bazzalo, propone una actuación bastante naturalista y todo está organizado para que haya un increyendo paulatino pero constante, yendo de menor a mayor en todos los aspectos, desarrollando la curva dramática desde las actuaciones, hasta la puesta, con total coordinación.
Un espectáculo diferente, impactante, que cierra perfectamente y deja entrever lo que aunque parezca mentira, le sucede a muchos artistas, que es la soledad del éxito y la imposibilidad de manejarlo y manejarse correctamente cuando se llega a la cima. La meta suele ser clara, el camino no tanto y el logro, depende de cómo haya sido el recorrido.
Ficha:
Co-dirección: Lisandro Fiks y Lucio Bazzalo
Elenco: Ramiro Mendez Roy, Lisandro Fiks, Marina Wolf, Martina Zalazar, Sofía González, Heinz K. Krattiger, Pablo Lapa
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