El fuego del pueblo

La obra está basada en la histórica pero no tan conocida inundación que arrasó con Villa Epecuén en el año 1985. Los ecos de aquella tragedia se trasladan al pueblo vecino de Carhue donde ya no hay un cementerio sino solamente un crematorio municipal en el cual trabajan dos amigas, Esther y Graciela quienes por ayudar a su jefe deberán sortear inconvenientes que les modificará la existencia.

Una noche de lluvia en el crematorio es el marco circunstancial que aviva el suspenso de esta historia. La iluminación tenue de colores fríos, y el diseño de sonido acompañan la composición de esta atmósfera liminal. Así mismo, en la creación escenográfica de Sol Soto,  entre materiales de metal, el cuarto del horno se destaca por su realismo, una cortina transparente lo separa del resto de la escena, por la cual se ve y se escucha el calor del horno funcionando como si fuese la boca del infierno quemando secretos, pues estos personajes cargan en sus memorias con la desgracia de un pueblo que aún tiene preguntas pendientes.

De las empleadas, Esther (Cecile Caillon) expresa la amargura de alguien que lo perdió todo, pues ella es oriunda de Epecuén, resolutiva y de carácter duro, muy distinta a Graciela (Mónica Driollet), una mujer alegre, distraída y un poco ingenua;  ambas actrices que las encarnan se complementan de manera orgánica al punto de lograr un idea y vuelta entre la tragedia y la comedia en los momentos de máxima tensión dramática. El jefe Arismendi, hombre sombrío como el negocio que dirige, es un personaje que requiere de un trabajo físico exigido que el actor logra de una manera verosímil (Claudio Depirro). Otros dos personajes ingresan desde el exterior para complicar la velada, Myriam amiga de otro pueblo que con su sola presencia revive recuerdos en una de las empleadas, y el oficial Salvatierra, como salido de un cuento de Horacio Quiroga, mediante una acertada caracterización estereotipada de la justicia, despierta risas nerviosas entre los espectadores.

La revuelta es la segunda parte de Las encadenadas, del mismo autor y director Juan Mako, con una dramaturgia para celebrar porque vuelve a visibilizar la historia de un pueblo de la provincia de Buenos Aires, lo cual implica poner foco narrativo en el territorio cercano, en el folklore rural y en otras subjetividades. Esta obra funciona como un teatro antropológico que busca entre las ruinas de la memoria, re describiendo la historia de un pueblo que aún se enciende.

Si bien es una continuación, esta segunda parte tiene una autonomía dramática que permite cómodamente su interpretación e incluso despierta interés por una tercera entrega de Las encadenadas.

 

 

Ficha:

Intérpretes: Cecile Caillon, Claudio Depirro, Mónica Driollet, Silvia Fortunato, Diego Torben

Dirección: Juan Mako

Género: Drama, thriller