200 golpes de jamón serrano

200 golpes de jamón serrano

Ficha

  • Datos de funciones:

    Información de funciones en la cartelera

  • Prensa:

    Marcos Mutuverria

 

Cuando pienso en mi vocación, no le temo a la vida

“200 golpes de jamón serrano” es un biodrama que atraviesa la vida de un actor del teatro comercial (Gustavo Garzón) y una actriz del teatro llamado “off” o underground (Marina Otero). Él le pide a ella que lo ayude a contar su vida en un escenario. Quiere cantar, bailar, interpretar un papel que le represente un desafío. Ella accede porque necesita el trabajo. No tiene ningún proyecto y económicamente le puede servir. Además, actuar con un famoso seguramente le pueda llevar gente al teatro. Ambos se ponen de acuerdo en trabajar juntos. Desde ya, surgen desacuerdos, miradas diversas y concepciones contrapuestas del hecho teatral. Cada uno de esos momentos serán volcados a la escena, dándole entidad al proyecto.

Muchos interrogantes se abren en esta propuesta: ¿Cuál es el sentido del arte? ¿Qué se considera artístico? ¿Qué limitaciones se encuentran a la hora de llevar a cabo un proyecto? ¿Qué sucede con lo económico? ¿Cómo vivir de lo que uno elige? Se podría pensar que ésta es una obra de actores, para actores y cuyo tema es el teatro. Pero, no. Es mucho más. La propuesta logra llegar a un público más amplio porque nos habla de los sueños, los proyectos, la vocación, el fracaso, las esperanzas.

En la dirección y dramaturgia, Marina Otero, muestra que domina ampliamente los recursos que conforman el “Biodrama”. Define una estética clara y consistente. Las proyecciones, el testimonio, lo biográfico y el vínculo establecido con los espectadores, son algunos de los secretos de este espectáculo.

La ambigüedad entre los límites del actor-personaje y del actor-persona desdibujan la frontera de lo real y lo ficticio. Los improvistos circunstanciales, las modificaciones sobre la marcha, el texto que se adapta al cuerpo y al deseo del que actúa escapará de la rigidez de una estructura muerta. Porque el teatro es vida. Y la vida es movimiento y cambio. Surge de forma espontánea, en esos pequeños instantes plenos de presente que habitan cada momento.

Pero, por otro lado, nada es azaroso en esta obra, responde a una previa elección, a un trabajo minucioso. Cada elemento: mesas, sillas, percheros con ropa, tarimas, una pantalla que reproduce lo que ocurre posibilitando otros planos del relato, los asistentes que van y vienen de frente, por detrás y entre los actores, construyen una narrativa espacial y corporal que dinamiza el relato.

Gustavo Garzón, un actor de una larga trayectoria, pone al servicio de la propuesta su historia, sus vivencias, su entrega y un gran compromiso escénico. Logra emocionar, hacer reír y captar la empatía del público. De igual manera lo hace Marina Otero.

Una increíble propuesta para sentir que el teatro aún sigue vivo y que busca incansablemente las formas de reinventarse; para no olvidar que el arte es siempre un camino necesario para descubrirnos, crecer y encontrarle un sentido a la vida.

Ficha:

Intérpretes: Gustavo Garzón, Marina Otero

Dirección y dramaturgia: Marina Otero

Categorías: Reseñas

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