Olvidate del matadero

Olvidate del matadero

Ficha

  • Datos de funciones:

    Funciones: lunes 18h.
    Teatro del Pueblo
    Lavalle 3636

  • Prensa:

    Adriana Yasky

 

El épico elefante rosa de la Argentina.

Es un chiste y una verdad psicológica. Si alguien dice: “No pienses en un elefante rosa”, sabe exactamente lo que va a suceder. El elefante rosa es inocuo, absurdo y hasta divertido; por eso funciona. Pero, ¿qué pasa con tus enemigos? ¿con tus odios? ¿con lo que te perturba? Thom Yorke canta: “The more you try to erase me, The more that I appear / más intentas borrarme, más aparezco”.

Cuando en 2020 Pablo Finamore se acercó a Claudio Martínez Bel con la idea de hacer un unipersonal sobre El Matadero de Esteban Echeverría, ya llevaban años acumulando ganas de hacer algo juntos. Cuatro años después, acompañamiento mediante de Felipe Pigna y Mauricio Kartun de por medio, Olvidate del Matadero sigue vigente en la cartelera porteña gritando sus inventos, imposible de borrar.

La obra gira en torno a Misky, el opa (Pablo Finamore). Misky ese el hijo de una criada del mismísimo Esteban Echeverría a quien llama Don Esteban. Misky lee por compulsión. Aprendió a leer de rebote y ahora no puede evitarlo. Lee aunque no entienda. Y lo que lee, se lo acuerda. Para él son letras.

En 1840, Buenos Aires no es más que una aldea, y el opa es uno de sus arquetipos. Otros también están presentes: Don Esteban es el patrón; un jovencísimo Lucio V. Mancilla es el travieso; el gaucho matasiete es un héroe popular; el juez del matadero, una especie de Sheriff. A todos estos personajes les da voz Finamore.

La obra de teatro no es tanto una adaptación de la novela célebre de Echeverría como su “lado B”. La voz de Misky compone un punto de vista nuevo sobre “la primera grieta nacional”: Unitarios vs Federales. Si El Matadero está salvajemente sesgada, Misky estará salvajemente confundido. Parecido a los espectadores del día de hoy que tienen distancia sobre el pasado. En este sentido el enfoque elegido por Martinez Bel no es el de humanizar al otro, sino desdemonizarlo.

La supervisión dramatúrgica de Kartun está tan a la vista: El uso de la palabra como un mantra, el preciosismo coloquial, la historia presente. Una épica brechtiana lunfarda. A Kartun se lo nota, pero también se nota que no es una de sus obras.

En cambio lo que asoma es la impronta clownesca de Martinez Bel: en eso de desplegar un actor que es increíble y expresivo pero sin ser canchero, siendo cálido. Jugando con la perplejidad, la ingenuidad y la vitalidad del niño. Aunque se hable de humillaciones públicas, degollados o injusticias, siempre jugando.

Pablo Finamore es la carne y el sostén de este texto y esta forma de habitar el escenario. La obra no respira, dura cincuenta minutos porque quiere. El espacio está vacío salvo por una estructura maderosa que hace de algo así como un matadero, una grada o un pupitre. Misky habla sin parar, se ríe, juega con el cuerpo, se golpea y, sobre todo, habla con su mama. Una presencia-ausencia. Para Misky, la mama está ahí por más que Don Esteban le diga lo contrario.

Olvídate del matadero propone un contraste de cómo inventan los que estudian y cómo inventan los opas. Sin poder más que contar su verdad limitada. Un punto de vista similar, dramático y patético (en el buen sentido) tiene Susana, la protagonista de Noctámbula de Lucas Ranzani. Será que hay algo de tener verdad o razón que hoy en día se está volviendo saturado.

Misky tiene cortado un dedo luego de degollar una gallina. Aprovecha esos papelitos que lee para apoyarlos sobre la herida. Pero, por más que engrose la gasa con miles de papelitos, la herida no cicatriza. Como canta Thom Yorke, un elefante rosa o su mama, la operación se proyecta al infinito. Cuánto más trate de tapar, más sangrará.

 

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Categorías: Reseñas

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