La (in)justicia en el placer

El entramado urbano de las grandes urbes propicia puntos límite entre las ciudades donde se cristalizan las diferencias de clase, por ejemplo, en una escuela privada de jóvenes con alto poder adquisitivo en la cercanía de asentamientos precarios. Este es el escenario elegido por Mariana Cumbi Bustinza, notable exponente del teatro actual, para narrar historias de amor, desamor y, sobre todo, injusticia, en Lo que quieren las guachas, pieza que viene a conformar la tríada con Menea para mí y Gorila, otros relatos teatrales de la dramaturga sobre desigualdades y marginación.

Dada la fascinación de la dramaturga por dichas temáticas, no es casual la elección de un muro como elemento central de la puesta en escena. El mismo separa a Sol (Martina Bajour), Micaela (Sofia Black Kali) y a Valentino (Iti el hermoso), “chetos” de instituto privado, de la familia Silva, compuesta por  Yanina (Ornella Fazio), Mariela (Luciano Crispi) y Owen (Ezequiel Baquero). El juego entre ese límite imaginario (pero no por ello irreal) que separa a los personajes. La caricaturización y estereotipación de estos aparece en ellos como recurso para poder relatar en un plano más metafórico las desgracias que se construyen en torno al clasismo, y cómo los sistemas de poder, encarnados en los propios actores, operan como generadores de previsibilidad, de puntos de desencuentro. Así, cuestiones como el amor romántico y la maternidad deseada se desenvuelven de manera abismalmente diferente según quién lo relate, y la conmoción esta a la orden del día, puesto que el sabor amargo de la injusticia es inevitable.

Aun así, en su reflexión variopinta, la obra no esta exenta de momentos tiernos. Las relaciones de solidaridad entre personajes también aparecen, surgen los afectos, los puentes entre barreras de clase. Las emociones, entre la indignación y la ternura, aparecen en la superficie no solo gracias a los brillantes textos, sino también a pequeños y dulces momentos coreográficos y otros musicales, eximia guitarrista en escena mediante, para asegurarnos algunas risas y lágrimas. La felicidad y el placer, de manera particular pero no exclusivamente en los personajes de clases bajas, se desvanece pronto en la injusticia, en lo disciplinario y moralizante de un sistema opresivo que encarnan los propios protagonistas.

Bustinza exhibe, una vez más, una escritura madura, un ejercicio de producción nutrido por la reflexión, la revisión y la repetición no como redundancia sino como búsqueda de resignificación. Su trabajo teatral tiene ese talento escaso de aquellos que, cual juego de ajedrez, juegan con elementos conocidos (en profundidad por la dramaturga), reordenándolos en cada nueva secuencia, produciendo resultados diferentes y, sobre todo, nuevas perspectivas sobre temáticas lejos del agotamiento, necesitadas de estas nuevas revisiones. La visibilización de estos temas y el teatro como excusa son una receta de éxito para esta obra intrépida, entretenida y, ante todo, reflexiva.

Ficha:

Actúan: Ornella Fazio (Yani), Luciano Crispi (Mariela), Iti el hermoso (Valentino), Sofía Black Kali (Mica), Ezequiel Baquero (Owen) y Martina Bajour (Sol)

Música en vivo: Milagros Zabaleta

Dramaturgia y dirección: Mariana Cumbi Bustinza