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Toto y Nata cuentan su historia en primera persona: Como ven y viven la vida, la relación entre ambos y cómo se conocieron. Unidos por la casualidad y la necesidad de hallar el afecto, aunque este último es menos aceptado por Nata, ella es una adolescente que lucha con conflictos inundados por el abandono familiar y la irremediable soledad que eso le trae, en una etapa tan compleja y confusa como lo es la adolescencia. Sobre este universo reposa ella. Un poco fría, un poco intolerante y con mucho enojo, esta joven rechaza todo lo que se acerque a cualquier tipo de vínculo afectivo, como, por ejemplo: Toto.

Él, Toto, es distinto y ¡claro! es un perro y en el mundo animal, más específicamente el mundo perruno no hay espacio para evitar el amor, Toto también es abandonado, maltratado y sufre. Solo que él no deja de amar, espera y busca con todas sus fuerzas a su gran amor: nata.

Este personaje es interpretado con sencillez y naturalidad, sin infantilizarlo si no que el actor adopta posturas corporales durante la interpretación y lleva al espectador a ver un amigo de cuatro patas. Tampoco hay “traje de perro” como podríamos encontrarlo en un espectáculo para los más pequeños, tan solo porque no hace falta. A Alberto Ajaka se le cree, y es fácil hacerlo cuando un actor profesional conoce su oficio.

El terreno creado en esta pieza teatral, es nostálgico por el peso de los recuerdos de esas historias que parecen no quedar en el olvido. Evocan el pasado con dolor y los pedazos que dejaron a sus personajes inválidos. Toda la magia sucede arriba de una mesa de madera al estilo de “la última cena” y un banco largo haciendo juego apoyado sobre rieles que van y vienen, lo cual otorga posibilidades creativas para cada momento por su funcionalidad. Esta escenografía es utilizada de manera integral en todo el espectáculo como parte de una puesta en escena simple y enriquecedora.

Hay momentos muy cómicos y esto lo trae la inocencia de un animal y la de una niña convirtiéndose en mujer, ambos queriendo comprender un mundo cruel, que no es amable con ellos.

La obra invita entre escena y escena a enamorarte de Toto y comprender a Nata. A reflexionar sobre lo que aún puede ser transformado y como una persona y un animal pueden tener tanto en común y cuando el destino o ese Dios de milagros que es nombrado en la obra los une. Ellos pueden salvarse de cualquier pasado y amarse con lo que aún les queda.

Al finalizar la función la actriz que interpreta a Nata, Carolina Ramirez dió un mensaje sobre la adopción de animales y el respeto hacia ellos.

El público aplaudió de pie y después de secarse las lágrimas.

Ficha

Actúan: Carolina Ramirez y Alberto Ajaka

Dirección: Alejandro Ricaño

Género: Drama

 

 

Categorías: Reseñas

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