¿Dónde termina la manada?

Un juicio. Ella, declara haber sido víctima de una violación grupal. Ellos, “la manada” de cinco amigos, dicen que no hicieron nada malo, que todo fue consentido. Abogados, fiscales, jueces. ¿Qué argumento prevalecerá? Esto suena fuerte y aún falta un detalle… la historia está basada completamente en hechos reales, tal como anuncia un off antes de comenzar la función, el guion se realizó exclusivamente con transcripciones de extractos judiciales, publicados en los medios.

Mirando en retrospectiva, este caso recorrió el mundo, cuando en el 7 de julio del 2016, en las fiestas de San Fermín (Pamplona, España), los toros no eran las únicas presas. Ella, con sus dieciocho años, se había separado momentáneamente de un amigo y se fue a sentar a un banco de plaza, ahí conoció al primero de los sevillanos, comenzaron a hablar, al rato llegó otro y así sucesivamente hasta estar los cinco. Ellos, que habían desafiado al más pequeño a un rito de iniciación, en ese banco, encontraron a la presa perfecta.

Comenzaron a conversar y cuando la muchacha madrileña decidió volver a su auto, se ofrecieron a acompañarla. Fue en ese camino, que todo tomo otro color, la llevaron al pallier de un edificio y pasó lo que ella no imaginaba que sucedería, pero ellos estaban ansiosos porque ocurra.

El espectáculo muestra tanto lo que ocurrió esa noche, como en la instancia del juicio, por lo que Vanesa Gonzalez, Martín Slipak, Gustavo Pardi, Gastón Cocciarale, Lucas Crespi y Juan Ponce Campos, la primera parte de la obra son los implicados y luego pasan a ser representantes de la ley.

Una escenografía austera, donde paneles con paredes translucidas se transforman en cubículos que se van resignificando dependiendo el momento, unos bancos de plaza y algunas lamparitas en pequeños soportes que salen del piso, cuyas cálidas luces, rompen con el negro que inunda el escenario. El ambiente es denso, el aire está enrarecido, las risas burlonas de los hombres, chocan con el delicado estado emocional de la joven.

El diseño de luces guía la coreografiada escena, pone el foco en el personaje que protagoniza cada momento. La puesta es muy acertada, al tratarse de una ficción documental y el contexto en el que se dan los hechos, no hay mucha posibilidad de juego escénico, pero su director, Nelson Valente, resuelve a la perfección, con movimientos claros, precisos, nada pareciera quedar al azar, como si se tratara de un tablero de ajedrez.

Con excelentes interpretaciones, los seis actores aportan profundidad y emoción a los sucesos, pero sin necesidad de golpes bajos (gran acierto de dirección).  La separación entre los dos personajes que lleva a cabo cada uno es clara y a la vez sutil, un cambio postural, de tono o en la forma de decir, no da lugar a dudas. Se logra diferenciar dónde está parado cada uno y hacia dónde va su personaje, cada uno tiene un lugar determinado en esta jauría.

Un espectáculo que al ver de que se trata, hasta podría surgir la pregunta: ¿es necesario llevar estas cosas al teatro? Y si… es necesario. Un texto que más allá de los hechos y el resultado del juicio, también deja expuesta a la justicia y sus artimañas, para que los más fuertes salgan indemnes y los más débiles sean los culpables.

La dramaturgia (de Jordi Casanovas, versionada por Juan Ignacio Fernández), logra desarrollar una curva milimétrica, en la que, con pequeños giros, pareciera estar de uno u otro lado y genera dudas. Este recurso, se vuelve una crítica al endeble sistema de justicia y como se pueden manipular los hechos para verlos de una manera determinada.

Un espectáculo fuerte, con interpretaciones intensas y una sólida dirección, que sin dudas dejará pensando a más de uno. ¿Cómo salió el juicio?… tendrán que averiguarlo ustedes mismos.

Ficha:

Con: Vanesa Gonzalez, Martín Slipak, Gustavo Pardi, Gastón Cocciarale, Lucas Crespi y Juan Ponce Campos

Dirección: Nelson Valente