Un mago en decadencia, su oscuridad va en ascendencia

Gualicho es una obra tétrica y misteriosa que evoca un poco los versos de Poe y a la famosa obra de Gaston Leroux, el fantasma de la Ópera. Su protagonista y dramaturgo, Emanuel Zaldua, logra combinar la magia con la puesta en escena teatral de una manera particular. El resultado final es un gran mago y un excelente embustero.

Toda la propuesta escénica gira en torno al personaje principal, siendo el mismo, el atractivo de la obra.  Una figura retorcida y desesperada que continuamente juega entre el show de magia y el rol de actor. Aparte de su voz irónica, con tono ácido y cínico, Emanuel demuestra habilidades magníficas de canto y destrezas físicas que vuelven maleable su cuerpo.

Durante toda la obra, el público vivirá continuamente distintas emociones que quedaran interpretación de cada asistente. Recursos como el silencio prolongado, invasión del espacio personal y contacto visual directo enfatizan el ambiente  en el escenario.

¿Qué tienen en común el miedo y la magia? La respuesta es bastante sencilla; la oscuridad. Por ello el esquema de luces de la obra es minimalista, tenue y algunos momentos con sombras marcadas. Cabe destacar que la buena voz de Horacio San Yar y la música de Horacio Palláres logra acelerar el ritmo de la obra, pausarla y a veces oscurecerla.

Como en todo espectáculo de magia, el espectador se convierte en un actor de reparto jugando a ser cómplice y víctima del protagonista.  El público es invitado a participar, pero no todos se animan a ser voluntarios; “A mí que no me elija” gritó una señora mayor mientras el mago buscaba partenaire.

“Vení a Gualicho, el único espectáculo que regala dinero “ es la premisa de la función. La oferta es tentadora ¿quién se anima a tomarla? .

Ficha:

Elenco: Emanuel Zaldua, Horacio Martín Pallarés, Horacio San Yar