Salir del encierro

Víctor (Fernando de Rosa) y Héctor (Federico Ottone) se encuentran casualmente en un ascensor. Son vecinos, pero nunca se habían cruzado. Uno de los dos corre desesperado antes de que la puerta cierre. El otro lo espera para que pueda entrar. Ambos quedarán encerrados dentro del elevador. Luego se preguntarán: ¿Qué pasaría si el que entró apresurado no hubiera hecho el esfuerzo de llegar? ¿Y si el otro hubiera cerrado la puerta antes? Lo cierto es que el destino, el azar o la fatalidad los llevo a esa circunstancia sin saber que el ascensor, entre piso y piso, se detendría.

Recluidos en ese diminuto espacio, por un tiempo indeterminado, estos dos hombres solitarios intentarán encontrar una salida. Saben que afuera nadie los espera, e incluso que podrían morir ahí olvidados. ¿Pero qué fue lo que los llevo a no tener amigos, parejas, o familia con la que contar? ¿Porque están tan solos en el mundo? Sus existencias están atravesadas por una enorme soledad y un desolador vacío. Se miran, se observan, se acercan y se repelen; encuentran en el otro una complicidad que los une y, a su vez, los asusta; porque también el otro es un espejo del cual necesitan escapar para no enfrentarse a sí mismos.

Julián Marcove (dramaturgo y director) logra desde el humor abordar temas de gran profundidad y que resuenan inevitablemente en cada espectador. La soledad en estos tiempos de hipercomunicación, el aislamiento, el vacío existencial y la angustia que provoca; son algunas de las líneas en las cuales se sostiene el texto. Los diálogos son fluidos, contundentes y, por momentos, hasta filosóficos. Desde la dirección, cada milímetro del reducido espacio delimitado por la puesta, es aprovechado al extremo por los actores. Los paneles móviles que conforman la escenografía son funcionales a la escena: se abren, se cierran y giran en función de la acción dramática. Esto le da mayor dinamismo a la obra y permite el desplazamiento de los actores generando diferentes alternativas en el plano de las imágenes y en el orden de lo simbólico.

Las interpretaciones son por demás destacables. Los protagonistas se lucen sobre el escenario. Se ve un trabajo minucioso en la composición de ambos personajes. Alcanzan a sintetizar, en sus composiciones, la figura de los tipos raros; de los perdedores que generan una irresistible empatía con el público despertando la ternura, la identificación y cierta compasión. Las situaciones que recrean estos dos talentosos actores son hilarantes y el público los acompaña con una inmutable atención, de principio a fin.

“Desperfectos” es una excelente oportunidad para ver una obra que hará reír mucho, reflexionar y conmover. Una propuesta que resuena en el mundo de hoy; dónde el encierro y el aislamiento ha tocado muy de cerca en los últimos tiempos.

Ficha:

Intérpretes: Federico Ottone y Fernando de Rosa

Dirección: Julián Marcove