El camino elegido.

Una tremenda obra. Ya desde la dramaturgia de David Desola vislumbramos la potencia de este drama, por su delicada profundidad y la vasta cantidad de tópicos que recorre.

El escenario, un espacio enorme, casi vacío y algo lúgubre. A un costado, un escritorio muy ordenado. Al otro, un reloj para fichar. Al fondo, una entrada y sobre la pared, dos guardapolvos colgados. Y así, la contundencia del vacío existencial que recorre la obra. Y primero, nada. El público tiene tiempo de recorrer con la mirada ese lugar, laboral sin duda, un depósito tal vez, pero que poco indica. Y entonces, si, la puerta se abre. Es lunes y el Sr. Lino comienza su última semana laboral previa a su jubilación; al mismo tiempo Nin atraviesa su primer día de entrenamiento para reemplazarlo en sus tareas. Ese encuentro, algo desconcertante al principio para ambos, producirá la alquimia que los encontrará totalmente transformados al llegar el viernes. Para el Sr. Lino es su oportunidad de dejar su legado, transmitir la perfecta arquitectura de sus días: su devoción por la exactitud, el orden, y el pertenecer. Pero Nin, un muchacho joven que está de por si formateado distinto, más que un discípulo le significará un frontón contra el cual todas las pelotas rebotarán y le serán devueltas para ser vistas, nuevamente, con una nueva mirada.

El final de la vida productiva contra el nuevo empleado que recién comienza; el acatamiento contra la creatividad; el autoengaño compasivo contra la realidad; el sometimiento contra la astucia y también el valor de cada uno en un  frío mundo piramidal. En este juego de contrastes, los personajes van mostrando sus luces y sus varias sombras y van desarrollando una historia totalmente imprevisible.

Horacio Peña y Juan Luppi llevan la interpretación de estos seres y ambos verdaderamente se lucen en un trabajo impecable. La composición de Peña es arrolladora; su cuerpo tiene la pesadumbre del final, la desolación, la impotencia y su mirada nublada, la esperanza no perdida de ver llegar la carga que resignificaría su vida y más tarde, la mirada limpia y en presente. Luppi es fresco, más vivillo, y juega con una sutil oscuridad que por momentos hace dudar al espectador sobre su nobleza.

Maravillosa propuesta dirigida por Susana Hornos, en la que la espera, la quietud y el silencio se alternan con momentos de fervor, intriga, suspenso y risas.

Ficha:

Elenco: Horacio Peña y Juan Luppi

Dirección: Susana Hornos