Yo, Encarnación Ezcurra
Ficha
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Datos de funciones:
Jueves de febrero, 20 h
Jueves 5 y 19 de marzo, 20h
Teatro Picadero - Enrique Santos Discépolo 1857- CABA
Localidades: $750 - Entradas: click - Picadero: click
2x1 con Club La Nación y Clarín 365
Material fotográfico: click
Facebook: click - Alternativa teatral: click
Duración: 55 minutos -
Prensa:
Marisol Cambre
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Entradas:
Localidades: $750 - Entradas: click - Picadero: click
2x1 con Club La Nación y Clarín 365
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Una mujer de armas tomar
Una mujer frente al espejo. Se mira, se encuentra, se reconoce, se recuerda. Cada tanto peina su ensortijada melena y se echa en su diván mientras la envuelve su pasado de gloria, ahora teñido de nostalgia. No es una mujer cualquiera. La fuerza, la bravura y el coraje los trae consigo desde la cuna, y han sido sus fieles compañeros desde entonces. Por algo será que conquistó el corazón de aquel que hizo temblar con su poder a toda una nación incipiente. Encarnación Ezcurra -de ella se trata- se abrió camino a fuerza de su ímpetu rebelde y desbocado, en un mundo donde las mujeres tenían escasísimo espacio en la vida social y mucho menos aún en la política. Seguramente su esposo, Juan Manuel de Rosas, buscaba algo más que una dócil dama a su lado; necesitaba una guerrera, alguien que le cuidara la espalda y que se expusiera por él cuando fuera necesario, alguien que lo escuchara pero que también lo guiara en su búsqueda de poder, y por supuesto alguien en quien confiar ciegamente en ese mundo plagado de intrigas, traiciones y confabulaciones. Y ahí estaba al pie del cañón su Toribia, como la llamaban de chiquita y como le gustaba que la llamaran, porque en ese nombre se reflejaba su adn, mezcla de negra y de indía, que la cargaba de esos bríos desmesurados.
Frente al espejo, y rodeada de cartas –fragmentos de su historia- Encarnación recuerda. Recuerda ese amor apasionado que la envolvía en cuerpo y alma cada vez que se encontraba con su Juan Manuel, que tenía el mismo vigor que el que le despertaba las ansias de poder y de gloria. Sabía que su destino como federala estaba al servicio del pueblo, y quería que su marido se erigiera con los más altos honores frente a este, para devolverle la esperanza y la dignidad. Recuerda su bronca eterna por no haber podido estar con su amado al frente de las tropas cuando estaban en el desierto; pero él tenía otros planes para ella, la quería en Buenos Aires para que vigilara y lo protegiera frente a los traidores e insurrectos. Esos fueron sus tiempos gloriosos, donde su energía indómita le confería autoridad y la hacían tan temible como su marido. Pero ahora solo quedan vestigios de esa que fue… Los años, la asunción al poder de Rosas y su posterior olvido, el hecho de haberla dejado a un lado en su lucha, la han sumergido en una tristeza profunda que la carcome, que la encierra entre cuatro paredes, que la envenena día y noche, mientras va apagando su fiereza distintiva. Esta sola y recuerda; el espejo le devuelve imágenes de lo que fue al tiempo que la enfrenta con lo que quedó de ella. Ya no le resta mucho de vida y lo sabe. Pronto ella toda se convertirá en un recuerdo para los que vienen detrás.
De esto trata la multipremiada “Yo, encarnación Ezcurra”, escrita por Cristina Escofet y dirigida por Andrés Bazzalo. Maravilloso trabajo actoral de Lorena Vega que impregna de energía y expresividad a este personaje tan lleno de matices, creando distintos climas y distintas intensidades. Dúctil, plástica y con una presencia escénica que avasalla. Su labor se ve enriquecida por tres magníficos músicos en vivo que acompañan la acción y le dan fuerza dramática con sus interpretaciones, ellos son Agustín Flores, Victoria Tolosa y Martín Miconi. Esta exquisita puesta de Bazzalo, se centra en un espacio mínimo habitado por muy pocos elementos, pero altamente significativos; ellos son el espejo donde se mira Encarnación, el diván donde se recuesta y que la envuelve por momentos en una atmósfera cuasi psicoanalítica cuando habla de sus deseos y de sus miedos, y las cartas escritas por ellas, por Rosas y otros, pedacitos de su vida hechos papel. El vestuario de época -a cargo de Adriana Dicaprio- la colocan estéticamente en tiempo y espacio, y las luces de Soledad Ianni posibilitan los cambios de clima y de tensión.
En épocas de mujeres empoderadas, Yo, encarnación Ezcurra nos hace ver cómo hubo compañeras de género en otros tiempos más esquivos, que pusieron el cuerpo y el alma en pos de sus ideales, haciéndole frente a una sociedad mucho más cerrada, machista y represiva que la actual. Nos muestra como las agallas y el coraje no son solo patrimonio exclusivo del “macho”, y nos lleva a reformular el viejo dicho de “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”… En realidad la “gran mujer” generalmente va a la par, incluso a veces delante “del gran hombre”, aunque el imperio machista tarde tanto en reconocerlo y aceptarlo.
Ficha:
Actúa: Lorena Vega
Músicos: Agustín Flores Múñoz, Victoria Tolosa y Martín Miconi
Dirección: Andrés Bazzalo
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