Nadie sabe lo qué puede un cuerpo
Tres personajes leen una novela caballeresca. Uno, un tal Miguel de Cervantes, la toma de inspiración (entre tantas otras), para componer, la que sería, la primera novela moderna. El segundo, un tal Fernando de Magallanes, decide homenajear a uno de sus personajes para nombrar un territorio descubierto al sur de las Américas. Dicho personaje era un atemorizante hombre grande y peludo llamado Patagón. El tercero y último lector, siglos después, en la Buenos Aires del teatro y el psicoanálisis, toma la novela únicamente con la punta de los dedos.
A su vez, yéndose más lejos en el tiempo, ya existía un mito griego: el Pigmalión. El hombre que se enamoró de su creación (una estatua) y una diosa le concedió que viviera para amarla. Mito que antecede a Pinocho y a Frankestein. Quizás, algo de esta mitología también esté en la mezcla de los cachos que Nicolás Goldschmit y elenco cocieron en Primalión.
La obra trata sobre un hombre, Alan (Manuel Caponi), dueño de una finca inmensa en el sur, que realiza fiestas donde contrata actores para que lo “animen” (del griego ánima, alma). En esa fiesta, bebe y ofrece una bebida espirituosa (otra vez, alma), para engañar a los sentidos y ensanchar los caminos de lo sensible. Esa bebida, hecha de frutos patagónicos y algún ingrediente secreto, se llama igual a la obra. Alan, a lo largo de la función, pretende afectos comparándolos.
Otra “cosa” que se llama igual a la obra es un ser mitológico. Un hombre del pantano. Quizás, un patagón. En apariencia, un monstruo. Este ser es diezmado por Alan y explotado para su regocijo frente a los ojos de su servidumbre estoica (Rocío Passarelli) y de las actrices que son también “cosas” para Alan.
La obra se trata sobre lo monstruoso. Es curioso que la palabra “monstruo” proviene de la misma raíz que “advertencia”. También es curioso que, a veces, se usa indistintamente a “monstruo” la palabra “cosa”. Pero mientras que “cosa” es algo real y tangible, “monstruo” es una idea moral y ominosa, algo que acecha, un peligro innombrable. La obra se trata de lo monstruoso e indaga sus múltiples formas; las aparentes (como el Primalión) y sus intersticios. Lo que no advertimos a primeras.
Una forma ingeniosa de dar lugar a esos intersticios está en las potentes transiciones que propone de escena a escena. A la inversa del drama clásico, que intenta suavizar los bordes, en Primalión, siempre hay algo latente que asoma al final de un acto. La escena parece estable y tenue, pero cuando empieza a apagarse, irrumpe una fuerza bestial, que pone en manifiesto lo que está contenido.
El otro monstruo es el actuante. En la obra, tres personajes dan vida a actores: Rosa Rivoira es una actriz de renombre que aún así debe imponerse la oscuridad de la finca para subsistir; Ana Cecilia Arcuri tiene aún la sensualidad ingenua de quien tiene un recorrido más corto; Ignacio Igounet es la víctima central en la obra. El suelo explotado, la humanidad encubierta.
La obra dentro de la obra permite que el texto hable del teatro sin tapujos. Dándole algo más llano a un clima enrarecido y enigmático. Sin este detalle quizás la obra hubiera quedado en un pantano conceptual. Con esta inclusión metateatral, se vuelve una apuesta física y escénica concreta. La de intentar “animar” al monstruo. En este caso, el monstruo no es el hombre del pantano, ni las actrices, ni siquiera el frágil dueño de la finca; sino el teatro.
Como última apostilla, la imagen central de la obra, una fila de cuerpos sin cabeza, quizás, provenga de las ideas de un filósofo francés, George Battaile. Este proponía una existencia vital que, en vez de ser ordenada por una única fuerza (la cabeza), se la saque. Un cuerpo sin cabeza, puede sonar algo monstruoso, claro. Sobre todo, múltiples cuerpos sin cabezas, parece una decapitación masiva. Por el contrario, Bataille se refiere a un cuerpo donde múltiples tensiones y lógicas conviven al mismo tiempo. De ahí, sin dudas, emergería el afecto buscado. Como una flor en un pantano.
Ficha:
Actúan: Ana Cecilia Arcuri, Ignacio Igounet, Rocío Passarelli, Rosa Rivoira, Manuel Caponi
Dirección: Nico Goldschmidt
Género: Drama
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