La vida puerca
Ficha
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Datos de funciones:
Funciones: Sábados, 22.30 hs. / Sala Andamio 90, Paraná 660
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Prensa:
Prensa: Silvina Pizarro
La historia de los no protagonistas
Muy difundida es aquella “la historia la escriben los ganadores”, frase que sintetiza en buena medida la trama de poder que esconde un orden social donde los dominantes gozan de una libertad para escribir sus caminos y no así los dominados. Roberto Arlt, genial dramaturgo, lo entendía a la perfección en sus creaciones, y Alfredo Martín, autor de La vida puerca, supo traducirlo, a partir de “El juguete rabioso”, en una potente pieza teatral que narra las desventuras de Silvio Astier, un joven de clase baja en la Argentina de los 30, pobre en recursos, pero rico en ilusiones y sueños de trascendencia.
Con una puesta ambiciosa, el relato nos sitúa en un escenario profundo, dividido esencialmente en tres espacios de acción: un frente creado por bancos con luces adosadas, una plataforma intermedia dotada de mobiliario dúctil para servir a los propósitos narrativos y un pequeño reducto de fondo, tan reducido como versátil para aportar un espacio más a la forma de contar la historia. La misma es rica en personajes, interpretados por gran elenco de actores y actrices. Ellos representan amigos de la infancia, familia, empleadores, el universo afectivo de Silvio, un fanático de las lecturas de Rockambole que, promediando su adolescencia, debe salir a trabajar a costa de sus sueños, porque su hogar es azotado por la muerte del pater familias.
Veremos entonces a un muchacho que despliega múltiples talentos y un deseo profundo de felicidad, amenazado sistemáticamente por las desventajas de su posición de clase. Asistimos, entonces, a un relato muy íntimo, una interpretación cargada de monólogos y diálogos que dejan entrever la sensibilidad de un pibe cualunque que comienza a comprender la inmanente injusticia de la desigualdad. Desfilan, en ello, personajes tópicos de aquella Argentina: inmigrantes comerciantes, algunos triunfantes y otros igual de rezagados que el protagonista. La sucesión de cuadros repone sus intentos de estudiar, de trabajar, de triunfar en el amor, para ser barridos por amargos eventos.
Imposible no destacar, además, la presencia de un músico en escena, el maestro Quique Sosa, confundido perfectamente con la escena en el relato. Sus compases en acordeón acompañan una historia de desplazados, de aquellos que no encajan en los estándares de la funcionalidad del siglo XX. Y, sin embargo, con la excusa de transportarnos más de 70 años atrás, el relato posee una innegable vigencia: no es historia pasada, es un retrato de las formas de exclusión de entonces, algunas truncas y otras, no tanto.
Mucho hay para decir de esta pieza, pero la verdadera justicia es verla. Un entramado complejo de puesta teatral, personajes ricos en profundidad y contradicciones, narraciones en simultáneo que se confunden con la trama principal y, sobre todo, una verdadera sociología de la exclusión en cuadros teatrales, con intérpretes claramente versados en teatro de texto. Pocas propuestas logran esta inédita combinación entre lo clásico y lo original con tanto acierto.
Ficha:
lenco: Mariano Falcón (Silvio Astier); Marcelo Bucossi (Don Gaetano); Daniel Goglino: (Ingeniero Vitri); Marcelo Rodriguez (Capitán Bossio/Gallego); Gustavo Reverdito (Dío Fetente/Teniente); Luciana Procaccini (Eleonora/Francesa); Julian Belleggia: (Enrique/Polito, el Pibe); Francisco Ramirez (El Rengo); Rosana Lopez (Doña Carmen/Feriante); Angel Blanco (Lucio); Laura Canteros (Madre); Marcos Díaz (Joven / Don Marino y Feriante); Luciana Bava (Fanny /Mulata); Martín Portilla D’Arcangelo: (Borracho/Cabo / Mozo y Feriante) y Camila Truyol (Lila, la hermana)
Dirección y Puesta en Escena: Alfredo Martín
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