Jazz en buenas manos

Jazz en buenas manos

Ficha

  • Datos de funciones:

    7 y 8 de abril ND Ateneo

  • Prensa:

    Prensa: Lol Comunicación

 

Swing porteño

“No hace falta ser un entendido para disfrutar”, dijo, aquella noche, nuestro maestro ceremonias y trompetista de la célebre Porteña Jazz Banda que, en una noche de lujo, vuelve a confirmar su romance con el público mediante música cargada de intrépido ritmo y magistral presentación. Cuánta razón tiene el maestro; no importó la edad, ni los conocimientos ni la relación novel o de larga data con los artistas, la platea vibró por igual ante el tradicional tempo frenético, como si de la juventud de la Nueva Orleans del siglo XX se tratara.

La formación tradicional de la Porteña Jazz Band, seis caños (trompetas, trombón y saxos/clarinetes) y base rítmica integrada por contrabajo, batería, piano y banjo, ostenta de por sí un aura de fiesta al ver a sus diez integrantes formados en el escenario con blanco saco y flor roja en el pecho. Su repertorio es sumamente respetuoso de las primeras épocas del jazz: blues, Duke Ellington, temas de aires marciales o destellos de dos por cuatro, y demás lugares clásicos y, por tanto, ineludibles que ejecutan a la perfección, recorriendo la historia del género con breves comentarios con los que el maestro enriquece la noche. En dicho recorrido, cada uno de los integrantes goza de su momento de brillar, presentando solos intachables en los que hacen hablar a sus instrumentos como si fuesen cantantes de jazz.

Como si el inconfundible swing de la banda fuese poco, más figuras coronan la noche de gala. Una de ellas, Graciela Arenas, mezzo de voz cálida y mucha personalidad, interpreta alguna de las piezas cantadas con tal maestría que, ojos entrecerrados mediante, dejan “entre-escuchar” cadencias de la propia Ella Fitzgerald.

El otro elemento de esta tríada espectacular entre banda y cantante es la vistosa pareja de danza formada por Ernesto y Ana Laura. El simpático dúo brindó lo que parecía una masterclass de danza jazz, con movimientos osados y revoleos del partenaire. Sus pasos furiosos resultaron hipnóticos para una platea ávida de un complemento visual acorde a semejante despliegue musical.

Mención aparte merece el baterista Norberto “tucán” Méndez. Peinando las pocas canas que quedan, el músico prácticamente nativo de Nueva Orleans desplegó su juventud con un solo de washboard, aquella vieja tabla de lavar que hiciera las veces de instrumento para los negros oprimidos del sur de Estados Unidos. Abrumador es el aplauso que logro tras bailar mientras le propina impecables golpes de swing a su tabla de lavar, sin duda, uno de los puntos cumbre de una noche de puras cimas.

Retomando, entendidos o principiantes, el jazz une a todos los asistentes en un clima festivo, sellado por la calidez de la agrupación. Como si del living de un hogar se tratase, los integrantes nos reciben con cercanía y diálogo íntimo, para luego apabullar con la mística que su medio siglo de trayectoria les confiere. No puede ser de otra manera: la porteña tiene swing.

 

 

Categorías: Musicales, Reseñas

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